CAPÍTULO 32 (parte 1)

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Cuando los pasos de mi padre se hicieron inaudibles, liberé a Joaquin.

—¡Eres un pendejo! —limpió su propia saliva de toda su barbilla.

—Debemos hablar y...

—Lo podíamos hacer mañana ¿Qué pedo contigo? —interrumpió— Y lo peor es que mi mamá va a acceder —dió un golpe al suelo con su pie izquierdo.

—Ahí está ¿Cuál es el problema?

—Que no quiero estar cerca de ti —tomó su mochila y salió del camerino.

Es costumbre que la casa de mi papá tenga un aura un tanto fría, sin embargo, en estos momentos se había intensificando más con ayuda del incómodo silencio que me generó estar a solas con Joaquin, después de que el señor productor entrara directamente a su cuarto, en cuanto llegamos a la casa.

Joaco mantiene la expresión de Temo cuando está cerca de Yolo, simula una boca de pato, pero ésta no es tan agradable como las que suele hacer en fotos.

—¿Vamos a mi cuarto?

—No, yo duermo... —miró a su alrededor— En la sala.

—Ya, no seas mamón. Si me papá te ve ahí... Me mata —susurre.

—Con mayor razón —se recostó en el largo sofá.

—Joaco... —me senté en el espacio que dejó al final de sus pies— Tenemos una plática pendiente, y aquí nos podría escuchar mi papá —bajé la voz.

—No subiré a tu cuarto, Emilio —se acomodó colocando uno de los cojines debajo de su nuca, llevó sus manos bajo su mejilla y dispuesto a dormir, cerró los ojos.

—Así que no ¿No subirás?

—No lo haré... —reafirmó en un tono infantil.

—Está bien... En ese caso vamos a recordar viejos tiempos —en un rápido movimiento rodeé sus piernas con mis brazos, posicioné su pelvis en uno de los hombros, y apliqué la presión necesaria para cargarlo como un costal de papas; tal como lo hice en aquella fiesta en donde se le pasaron las copas.

—¡Emilio! ¿Qué pendejada haces ahora? —golpeaba mi espalda con sus manos en puño— Me vas a tirar ¡Ya bájame!

—No es la primer vez que lo hago.

Llegamos a mi cuarto, bajé cuidadosamente a Joaquin y cerré la puerta con seguro.

Recordé la fiesta. Joaco recostado en mi cama, con ropa interior amarilla. En el pasado podría haberme resistido a besarlo, pero ahora todo es diferente. Lo denomino como la más exquisita droga, pues una vez que pruebas el sabor de sus labios, no existirá la suficiente voluntad para dejarlo.

Es gracioso comprender justo ahora que desde aquel día, los sentimientos hacia Joaquin apenas comenzaban a florecer.

—¿Me vas a prestar una pijama? —preguntó después de sacarse la playera.

El hermoso torso desnudo de Joaquin. Es lo más sexy que he visto en toda mis vida. Su cintura es pequeña, su espalda tiene esa ligera curvatura que te provoca acariciar con suavidad su columna.

—S-si, yo voy a buscar algo —respondí sin dejar de mirar.

Abrí uno de los cajones del closet en donde acostumbro a dejar mis pijamas. Tomé un par de pans negros y una playera azul. Pero algo llamó mi atención, la prenda más cómoda y tierna que creí haber perdido desde hacía tiempo; mi mameluco azul marino con estampado de la "pantera rosa".

Lo tomé entre mis manos, con una expresión de satisfacción. Moriría para ver a Joaquin con un mameluco puesto. Con el simple hecho de imaginarlo, algún tipo de electricidad recorre todo mi cuerpo.

—Toma —le arrojé la prenda.

—¿Qué es esto? —tomó las mangas del mameluco, éste se extendió y tomó forma. Joaco soltó una carcajada— Estás loco si crees que voy a usar esto.

—¡Por favor! —salté a la cama, y ladeé mi cabeza a manera de súplica— Si te lo pones yo...

—Duermes desnudo —terminó mi frase en un tono sensual.

Adoro ésta faceta de él.

—Si eso es lo que quieres —me acerqué ligeramente a sus labios, pero él giró su cabeza.

—Era broma, no lo voy a usar.

—En ese caso, vamos a hablar...

—¿Si lo uso olvidamos esa plática?

—¿Por qué?

Joaquin me ignoró, tomó el mameluco y se dirigió al baño. Procedí a cambiar mi ropa por la pijama que había sacado anteriormente.

Después de unos minutos Joaquin salió de baño. Mi corazón saltó en cuanto lo ví; la parte de arriba le queda gigante, al igual que las puntas de los pies. Uno de sus hombros está ligeramente descubierto debido a que no abrochó los últimos tres botones.

Creía que se vería tierno, y lo es... Pero hay un problemita en mis pantalones que dice todo lo contrario.

—¿Contento? —preguntó Joaquin dirigiéndose a la cama.

—Como no tienes idea —dije embobado.

—Ven aquí —dió un par de golpecitos al colchón, en señal de que me sentara a lado suyo.

Lo obedecí. La tensión había aumentado solo para mí, quiero besarlo, tocarlo, e incluso podría mamarsela si él me lo pidiera.

—Me equivoqué, sí debemos hablar al respecto... No es del todo fácil para los dos, lo entiendo... Pe-pero, no puedo alejarme de ti, por más que lo desee —tomó aire, cerró sus ojos con fuerza intentando controlar su llanto— Debemos terminar con todo esto ¿Entiendes? Si no lo quieres hacer por mí, hazlo por ella...

—Joaco, yo no me quiero alejar de ti. Podemos encontrar una solución para todo esto, no debemos tomar decisiones tan repentinas —dije desesperado.

—Emilio ¿Tú me quieres? —aún con sus piernitas cruzadas, se giró hacía mí. Sus rodillas se posicionaron encima de mis piernas que también se mantienen cruzadas.

—Como no tienes idea, mi Joaquin. Creo que me estoy... —mi niño impidió que siguiera hablando colocando sus dedos encima de mis labios.

—No lo digas, por favor no lo digas —me miró directamente a los ojos.

Rompí en llanto una vez más. Sentía como mi corazón se rompía de una manera que jamás había experimentado. Mi pecho ardía, se me dificultaba respirar, todo mi cuerpo se queda sin fuerzas.

Joaquin me ha visto llorar en muy pocas ocasiones. Sabe lo importante que es para mí el mantener mi dignidad ante todo y todos. Por lo que ahora decide consolarme de la manera más significativa posible; pasando sus dedos por mis mejillas, retirando la humedad de ellas, sube lentamente sus pulgares a mis pestañas, acariciando con delicadeza el largo de éstas. Acercó su rostro al mío y unió nuestras frentes.

—Hoy será la despedida —susurró.

Su cálido aliento rozaba mi piel.

—Por favor no, solo necesito que me creas —llevé mis manos a su nuca.

—Haz que crea, solo tú puedes hacerlo —subió sus labios hasta mis párpados, los besó.

Elevé él mentón y atrapé sus labios, besándonos desesperadamente, como si fuera la última vez que lo hiciéramos, lamentablemente así será. Joaco correspondió al instante, enredando sus dedos en mis rizos, mientras yo me perdía en su cintura.

Cambié la posición de mis piernas, colocándome de rodillas frente a él, separé sus piernas y lo recosté lentamente sobre las frías colchas de la cama. Me posicioné encima y entre sus piernas. Mi niño, enredó sus piernas en mis caderas, lo que permitió que mi pelvis bajara un pco más, chocando con su trasero.

Mi pequeño acarició mi labio inferior con la punta de su lengua. Abrí los ojos, y me encontré con un Joaquin completamente distinto. La mirada que refleja es de total lujuria ¿Qué es lo que pasará ésta noche?

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Corté el capítulo aquí, porque iba a estar demasiado largo...

Sigan disfrutando 👁️👁️...

EMILIACO 🏳️‍🌈. #Wattys2019Where stories live. Discover now