Parte Única

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John no podía creer lo que estaba viendo. Ahí tirado en el piso estaba Sherlock, su amante, inmutado de cualquier ruido o contacto pues los efectos de la heroína—era fácil deducirlo ya que había una inyectadora cerca de él, al igual que una liga semi amarrada a su brazo—lo tenían totalmente ido. La ira recorría el cuerpo entero de John no sólo por la imagen que presenciaba sino también porque justamente recordaba las palabras «Más nunca lo volveré a hacer» que Sherlock le había dicho noches atrás después de casi sufrir una sobredosis. Tuvo que quedarse quieto y respirar varias veces antes de actuar ya que sabía que si actuaba de una vez, más tarde se arrepentiría de lo que podría haber hecho.

Caminó hacia él con cuidado de no tropezar el desorden de libros y papeles, y lo tomó de la cabeza, sacudiéndola un poco y dándole leves cachetadas para que éste reaccionara ante su existencia.

—Sherlock, ¡Sherlock! ¿Puedes escucharme?—decía y decía, pero aún seguía un tanto perdido. Miraba a todos lados con ojos adormilados hasta que por fin miró a John.

—¡Ah! John, ¿qué tal todo?—preguntó cómo si nada estuviera pasando, aunque probablemente no estaba evitando la situación sino que no se daba cuenta de ésta.

—¿Qué tal todo? ¿Me estás jodiendo? Sherlock, volviste a consumir—dijo John dejando de tomar su cara, haciendo que el otro se desplomara otra vez al piso antes de pararse tambaleándose.

—¡Oh sí! ¿Quieres un poco?— dijo moviéndose de posición debido a que no podía mantener el equilibrio. John respiró de nuevo, ahogando la ira y la decepción, antes de hablar.

—¿Por qué lo hiciste, Sherlock? ¡Lo prometiste!—dijo mirándolo a los ojos, pero el otro estaba concentrado detallando sus propias manos.

—Bueno, tú sabes. Estaba en mi habitación leyendo un libro de medicamentos, ¿sabes? El alemán que compré hace poco, que por cierto no está bien traducido y... ok creo que me distraje. El punto es que una cosa llevó a la otra... y aquí estamos—dijo Sherlock sacando de quicio a John.

—¡Increíble! ¡Eres increíble!—exclamó John haciendo sonreír a Sherlock.

—Muchísimas gracias, John—respondió aún sonriendo. John lo miró y no podía dejar de notar que su cara lucía más adormilada que despierta.

—No me refería a eso—espetó John—. No puedo creer que hayas vuelto a consumir. No, no puedo creer que en serio te creí cuando dijiste que no lo volverías a hacer.

—Ya te dije que no es mi culpa—reprochó Sherlock como un niño, aún sentado en el piso.

—¿¡Que no es tu culpa!? Es tu maldita culpa que consumas. Tú eres quien la compra, tú eres quien la consume. ¡Tú!—gritó señalándolo. Sherlock dio un salto, pero no se cayó.

—No tienes por qué gritarme... no soy un niño pequeño—reprochó Sherlock. Aún no entendía la seriedad de la situación.

—Pues estás actuando como uno—suspiró después de hablar. Sherlock se levantó tambaleándose, luego caminó hacia John.

—No te estreses, John. Yo sé cómo solucionar esto—dijo mientras intentaba desabrochar el pantalón de John. Intentaba ya que sus manos temblorosas se resbalaban con el cinturón. John las detuvo.

—No, Sherlock. No vas a hacerme sexo oral—dijo John en tono duro. Sherlock lo ignoró.

—Anda... sé que quieres—rió y luego se relamió sus labios, aún intentando desabrochar sus pantalones—. Demonios, tus pantalones me odian—rió.

—¡Sherlock te dije que no!—le gritó y golpeó a las manos inquietas de Sherlock. Éste se alejó rápidamente casi tropezándose con algunos libros que estaban en el piso.

HeroineWhere stories live. Discover now