CAPÍTULO 24: MÉXICO

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Luego, la bomba X-56N liberó un destello de color dorado que inundó por completo a toda la sala subterránea de los servidores. Nathan percibió como la energía liberada por el artefacto fluía a través de la mano de Rasec, para luego transmitírsela, consiguiendo que todas las fibras nerviosas de su ser fuese abanicadas por un calor insoportable.

—Simplemente—dijo Rasec—, absorbí un poco de la energía de la bomba nuclear y la utilizamos a nuestro favor. Se trata de una técnica a la que solo se puede acudir en ocasiones de emergencia, como aquellas en las que te encuentras al borde de la muerte.

—Después de la absorción de energía, todo ocurrió demasiado rápido—agregó Nathan—. La energía de la bomba fluyó a través de ambos y fue a mí a quien le correspondió elegir el lugar en el que debíamos aterrizar.

—En este caso—indicó Rasec—, no fueron propiamente mis dones los que nos auxiliaron. Todo se simplificaba a una cuestión de fe, entre la Vida, Nathan y yo. Fue la Vida misma quien decidió darnos su apoyo. Fue ella la que canalizó la energía que absorbí, para luego consultarle a Nathan un destino específico.

Luna, Monique, Marshall, Trinity y Troy quedaron realmente fascinados por la explicación, porque cada detalle ofrecido por ellos, llegaba revestido con una imagen nítida de lo que había ocurrido allá abajo, en las entrañas de la Base-0611. Las palabras que construían el relato del épico escape irradiaban con fuerte transparencia lo acontecido.

—Fascinante—concluyó Luna—. Y aun así, todavía nos parece mentira que estén aquí frente a nosotros.

—Pues a nosotros también—respondió Nathan—. Por cierto, ¿sobraron más barras energéticas?

Dos horas más tarde, el calor de los dos carbones humanos se diluyó por completo. En contraparte a la disminución de la temperatura corporal, la Brigada Púrpura incrementó la felicidad de la victoria de haber derrotado al General O'Donnell. Fue entonces cuando decidieron bajar de la colina e iniciar el viaje de regreso.

Los dos jets privados que los había acercado hasta allí se encontraban a una distancia de unos cincuenta kilómetros. Pero llegar hasta allí no supuso mayor dificultad, ya que a siete kilómetros de la ahora destruida Base-0611 se encontraban dos camionetas que aparte de estar ocultas tras un grupo de árboles, se hallaban cubiertas por alfombras verdes militares.

Al llegar a la zona de despeje, decidieron que solo viajarían con los fusiles de asalto que cada uno tenía a la mano. Así que abandonaron a su suerte el segundo jet privado, en el que aún quedaban reservas del armamento tomado de la Base Militar de Alejandría de El Cairo.

—Ahora a terminar de descansar—dijo Marshall acostándose sobre uno de los muebles.

El único que no se quedó dormido durante el viaje de regreso fue Rasec, quien se divirtió observando las nubes en el cielo mientras experimentaba en su ser una satisfacción que era mucho más intensa que la que se había instaurado en el corazón de los demás miembros de la brigada.

En otro momento del viaje, se dedicó a dialogar con Ana Aguirre utilizando su smartphone. Y más tarde, se dirigió a la pequeña cocina del jet privado para sacar de la nevera una botella de cerveza y un paquete de snacks de maíz. La diversión de seguir apreciando el cielo se prolongó durante horas.

El silencio que predominaba en la aeronave le resultó muy delicioso, ya que sembró en él la sensación de ser la profesora de un jardín infantil, vigilando a sus niños a la hora del sueño de la tarde. Impresión que se multiplicó cuando empezó a despertarlos para que se abrocharan los cinturones de seguridad y pudieran aterrizar.

—Bienvenidos de nuevo a Alemania—dijo mientras las llantas del avión aterrizaban en la pista—. ¿Desean pedirle algo en especial al chef de la casa?

La Guerra Solar - 1. El Maestro del CaosWhere stories live. Discover now