CAPÍTULO 21: UN COMBATE DE TITANES

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Saint Denmark se dirigió hacia una de las puertas que comunicaba directo a la planta de procesamiento. Después de ubicar su mano sobre la barra para abrirla, la jaló violentamente hacia atrás. En un solo segundo, la puerta y su propio marco fueron retirados de la pared de concreto. Y antes de que concluyera ese segundo, el hombre lanzó la puerta hacia atrás.

La puerta y el marco se estrellaron entonces contra dos de las paredes de cristal del edificio administrativo, generando un granizando de pequeños vidrios en el suelo, mientras Luna se asombraba con horror de la fuerza que representaba aquel hombre, vestido con su elegante uniforme de gala militar de color rojo.

Un horror similar se sintió flotar en el aire del interior de la planta de procesamiento, cuando los aractivodios, se giraron para identificar al hombre que había generado el agresivo ruido. Al reconocer su indumentaria militar, a la que solo le hacía falta su sombrero de general superior, los hombres de Nuboff no dudaron en disparar.

—Estoy segura que ese es el Conde de Saint Denmark—dijo Luna.

—Sí, ese es—agregó Rasec—. ¡Pase lo que pase no se atrevan a mirarlo a los ojos!

—¿El Conde de Saint Denmark está aquí?—preguntó Marshall.

—¿Qué es lo que está pasando allá arriba?—intervino la voz de Monique—. ¿Ya salió el tanque de guerra de la zona de ataque?

—Monique, quédate en el lugar en que estás—dijo Luna.

Trinity y Nathan habían escuchado con nitidez el corto dialogo entre sus amigos, ya que el escudo invisible que había instaurado Rasec contaba con la virtud de silenciar el estruendo generado por las armas de los aractivodios, que seguían disparando sin compasión a Saint Denmark.

Unos segundos después, los fusiles de asalto que disparaban se quedaron por completo sin munición. De manera instintiva, algunos aractivodios empezaron a buscar los proveedores que tenían en los bolsillos laterales de su uniforme. Pero antes de que pudieran reemplazarlos, el elegante hombre los obligó a que les prestaran toda su atención, gritando en un alemán perfecto:

—Insolentes, solo me causan repugnancia.

En torno a las botas de Saint Denmark existía el centenar de proyectiles que sucumbieron ante el efecto del escudo invisible instaurado por él mismo. Los hombres y mujeres de Nuboff se atrevieron entonces a mirar a los ojos de aquel hombre y entonces tuvieron la sensación de que sus ojos desprendían un calor insoportable, como si tras ellos existiera un auténtico sol.

Empuñando su mano derecha Saint Denmark dio un golpe en el aire, que más que un golpe representó una orden que sentenció a todas las balas en torno a sus botas a elevarse del suelo para impactar a cada uno de los aractivodios. Aquello ocurrió en menos de un segundo, abatiendo a cada uno de los uniformados de naranja.

De no ser por el escudo de Rasec, la lluvia de proyectiles también los habría impactado, condenándolos a caer en el suelo de la misma manera que los uniformados de naranja, como si cada aractivodio fuese un títere cuyas cuerdas de movimiento hubiesen sido cortadas con facilidad por unas tijeras afiladas.

Saint Denmark había acabado en ese momento con los únicos aractivodios que quedaban con vida de toda la fábrica Burguer-N-Soft.

—Esta es una orden para todos—gritó Rasec—. Pase lo que pase no se atrevan a mirar a ese hombre a los ojos.

—Entendido—respondió la voz de varios cuervos a la vez.

Entonces, Rasec dio un salto que describiría un medio círculo cuya altura máxima fue de tres metros. Desde antes de caer al suelo, el zapato deportivo de color negro impactó sobre el pecho del elegante hombre. El ataque fue tan rápido e imprevisto para Saint Denmark, que se vio obligado a retroceder para luego caer de espaldas en medio de la calle asfaltada.

La Guerra Solar - 1. El Maestro del CaosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora