CAPÍTULO 24: MÉXICO

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—Cómo han cambiado estos lugares—dijo—. No puedo evitar que mi corazón se enternezca.

—Se te nota—agregó Nathan—, han pasado muchos años desde la última vez que estuviste aquí.

Una vez en tierra se dirigieron a la zona de estacionamiento, donde la brigada se dividió en dos grupos. Nathan, que era el más sobrio de todos, se hizo cargo de conducir la primera camioneta de alta gama, mientras que Rasec asumió el control de la segunda, la cual lideraría el recorrido.

Para satisfacción del joven patriota, Yucatán era una de las regiones menos vulneradas por los efectos de La Guerra Solar. Solo se tenía registro de dos impactos de bombas nucleares al norte la región. Y aunque permanecía mayormente desolada, Trinity distinguió a lo lejos de la carretera un campamento que estimó debía estar poblado por unas cien personas.

A lo largo de la ruta pasaron frente a un cementerio, una antigua ladrillera y los campos aplanados de un club de golf, además de tres vacas que caminaban lentamente en medio de la carretera. Minutos más tarde, entraban a la ciudad de Mérida.

—Nos vamos de visita a un lugar que ustedes conocen—susurró telepáticamente la voz de Rasec—. Sé que les encantará visitarlo.

Tras movilizarse con facilidad a través de las calles de la ciudad, él los condujo hasta el feliz vecindario en el que había crecido. Cuando descendieron de los vehículos, los miembros de la brigada se quedaron pensativos, reconociendo el lugar y preguntándose a que se refería Rasec al decir qué ya conocían dicho lugar.

Pero al cabo de unos segundos, el pensamiento de todos se iluminó mientras el anfitrión sonreía. Aquel lugar era el mismo que habían contemplado en Colombia, a través de la visión que ofreció Rasec cuando dio la primera pista sobre su identidad. Las casas, ahora abandonadas, habían sido modernizadas y eran del todo distintas a las que existían en la época en que él había fallecido.

Sin embrago, la dulce nostalgia y la paz que inspiraba dicho escenario podía aún percibirse. De pronto, tras sentir un minúsculo eco de aquella era del pasado, la mente de todos fue invadida por una fugaz visión que les permitió observar las viviendas tal como se presentaban décadas atrás, como si a través de su superficie hubiesen tenido la oportunidad de escrutar su antigua belleza.

—Vaya—dijo Marshall—, que lugar tan fascinante. Es una lástima que se presente tan solitario y melancólico.

—La casa que está aquí al frente—comentó Rasec señalando con la palma de su mano extendida—, es en la que crecí.

—Qué bonita se ve—indicó Trinity—. Creo que al igual que las demás está abandonada. Aun así, algo de vida y color se puede rescatar de esos tiestos de plantas y flores que están en ese patio.

La joven agregó además que la reja de rombos, que antecedía a la puerta de metal, y dejaba circular el aire al interior de la vivienda, otorgaba cierta sensación de misterio. Justo en ese instante, cuando todos se fijaban en la reja, se pudo observar cómo una sombra, apareció en el interior de la vivienda.

Luego la sombra se vio iluminada, dejando en claro que ésta pertenecía a una persona masculina, quien sonriendo abrió la puerta. En ese instante todos se fijaron en Rasec, quien irradiaba una felicidad increíble, la cual se veía reflejada con gran nitidez en una sonrisa idéntica a la del hombre que cruzaba el patio para acercarse a la misma calle del vecindario.

Aquel hombre estaba vestido con un traje elegante de color ocre, que bien parecía a la indumentaria de un maestro en artes marciales de kung fu, pero que contaba con un admirable cinturón grueso de tela, en medio del cual tomaba protagonismo una bonita correa de cuero. Las botas de cuero que llevaba le otorgaban una presencia aún más fascinante.

La Guerra Solar - 1. El Maestro del CaosWhere stories live. Discover now