CAPÍTULO 24: MÉXICO

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—Solo dile que nos prepare el mejor de sus banquetes—contestó Marshall—. Tenemos derecho a ser tratados como héroes.

—De acuerdo, Marshall—dijo Rasec—. Tus deseos son órdenes.

Una vez en la mansión del Maestro de Saint Martin, el mayordomo Nicolás los recibió con un enorme cariño. Una recepción muy cálida y muy sencilla, que no daba pista alguna de la sorpresa que los esperaba en el comedor, donde el chef y el personal de trabajo de la mansión los recibió con un fuerte aplauso. Fue precisamente el chef el primero que pasó a estrechar la mano de cada uno.

—Ahí lo tienes Marshall—dijo Nathan—, ahora nos están tratando como héroes.

—Lo merecemos—agregó Troy—. No es vanidad... no fue una tarea fácil.

—Y pueden estar tranquilos—intervino el mayordomo Nicolás en medio de los honores—, les garantizo en nombre de todos que sabremos conservar el secreto. Además, ¿quién se va a creer que un grupo de jóvenes como ustedes sería capaz de derrotar al arma más peligrosa del mundo?

En la mansión permanecerían solo durante tres días. En la tarde del segundo día de haber llegado, a la hora del almuerzo, el mayordomo Nicolás se hizo cargo de servir los postres. Fue en ese momento en que el hombre rechoncho les comunicó que el Maestro de Saint Martin deseaba reunirse con Rasec y los demás en México.

—¿En México?—preguntó Rasec.

—Así es, Maestro—reafirmó el mayordomo Nicolás—. Lo estará esperando en el Jardín de la Vida.

—Pues que buena noticia. Una oportunidad fantástica de volver a mi tierra natal.

La idea de visitar aquel país de Centroamérica emocionó mucho a la Brigada Púrpura. Solo Luna, Nathan y Marshall habían tenido la suerte de visitarlo en otra ocasión, y fueron ellos mismos los que sembraron grandes sensaciones entre los demás al hablar a fondo sobre sus hermosas playas, el clima tropical y sus antiguos lugares arqueológicos.

—Entonces tendremos que pasar por una tienda de trajes de baño—dijo Troy—. Y tú, mi amor, te puedes poner un bikini bien sexy para que puedas lucir tus hermosas tetas y darte un buen bronceado.

—Como ordene, caballero—respondió Trinity con el mismo tono charlatán—. ¿Se le antoja algo más?

—Sí, una gran nevera con hielo llena de refrescos y unas gafas con snorkel para disfrutar de los peces.

Con esa dulce ilusión, todos se prepararon para emprender el viaje, aunque por decisión de Rasec permanecieron en la mansión un día más. Una vez más el mismo jet privado que les sirvió para viajar desde Colombia para pasar por Egipto, Alemania y Rusia, les serviría de medio de transporte. Aunque esta vez, hubo que volver a recargar su gasolina en el aeropuerto.

El viaje a México fue bastante divertido, porque a mitad de vuelo a Luna se le dio por subirle al volumen de la música y empezó bailar como si estuviera en una discoteca. Nathan y Troy, que estaban jugando al ajedrez también se animaron y fueron por cervezas para todos en la cocina. De manera que la aeronave se convirtió en un alocado escenario de juerga.

El ambiente festivo solo concluiría a escasos veinte minutos del aterrizaje. Mientras tanto, Ana Aguirre se hizo cargo de pilotear el jet privado, monitoreando el software de navegación aérea, que tenía como destino arribar a la ciudad de Mérida, en el Estado de Yucatán.

Y entonces, cuando el avión empezó a descender y las nubes dejaron a la vista los territorios verdes del país, Rasec fue atravesado por una daga de nostalgia, que removió por completo su alma. La emoción que experimentaba de retornar a su hogar era tremenda.

La Guerra Solar - 1. El Maestro del CaosWhere stories live. Discover now