Capitulo 9 (parte 2)

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La mañana amanece nublada. Agoney se desvela antes incluso de que el despertador suene, inquieto ante el juicio que se avecina. Con cuidado se separa de Raoul, que aún sigue durmiendo abrazado a él y, sin hacer ruido, sale al comedor. Allí, sus padres y Glenda están acabando de desayunar. Les saluda con un fuerte abrazo y se sienta a su lado. Se sirve un café con leche cargado y una tostada y conversa, respondiendo tranquilamente a las preguntas que estos le hacen: si ha podido descansar bien, si está nervioso por el juicio, si el conservatorio está siendo lo que esperaba, que a ver si cuando regresen del trabajo les presenta a su amigo. A Glenda solo le interesa esta última parte, e insiste preguntando: que si es su novio. Agoney niega, contestando con su ensayada frase de que son solo amigos. No quiere presentarle como su pareja cuando ni siquiera está seguro de que lo que sea que tienen se vaya a convertir en una relación seria. Pero Glenda insiste: que son los primeros amigos a los que ve dormir abrazados, bromea. Su madre abre mucho los ojos y le mira divertida, y su padre le da una palmadita en el hombro, y ahí Agoney solo puede callar, bajando la mirada a su taza, sintiendo como los colores suben a su cara, mientras intenta disimular.

Raoul despierta sobre las 9, poco después de que los padres de Agoney se hayan marchado a trabajar y Glenda a la universidad. Da algunas vueltas sobre la cama vacía antes de decidirse a levantarse. Ayer cayó rendido apenas se acostó, agotado por las horas de viaje. Pero después, de madrugada, se desveló, quizás por estar en una cama extraña, o por la novedad de sentir el cuerpo cálido y acogedor de Agoney contra el suyo. La cuestión es que, una vez despierto, no pudo evitar que su cabeza empezara a darle vueltas a todo de nuevo, intentando encajar todas las piezas de su puzle revuelto, y eso hizo que le costara volverse a dormir, a pesar de la placentera sensación de tener al canario a su lado.

Al salir de la habitación se encuentra a Agoney, en pijama y con las piernas cruzadas encima del sofá, revisando algunos papeles que, según se acerca, descubre que son la denuncia y el parte policial. Raoul se acerca a él por detrás y lo abraza, dejándole un beso suave sobre el pelo, a lo que el moreno responde con un suspiro de satisfacción.

–Buenos días, guapo. ¿Qué tal has dormido?

–Muy bien –responde Raoul, mientras deja escapar un bostezo y le revuelve el pelo rizado y despeinado.

–¿Te apetece desayunar?

Raoul asiente sin pensárselo, así que Agoney se despereza, se levanta del sofá y se dirige a la cocina. Una vez allí empieza a sacar un arsenal de galletas, bollos, pan tostado y café, que lleva a la mesa del comedor. Se sientan en ella y Raoul almuerza, aun con los ojos hinchados de sueño y en un silencio cómodo, disfrutando de cada bocado, de cada sorbo de café, de la mirada serena del canario que lo acompaña, jugueteando pensativo con una bolsa vacía.

–¿A qué hora es el juicio? –interrumpe el silencio Raoul.

–A las 12, pero tenemos que estar antes, sobre las 10:30. He quedado con mi abogada allí para preparar las preguntas.

Raoul asiente, llenándose la boca de un último bocado, y después se bebe lo que queda del café con leche de un sólo trago.

–Pues habrá que irse preparando...

Aprovechan que están solos para ducharse juntos, y aunque tienen algo de prisa y saben que no se pueden entretener, la tentación es demasiado grande y no pueden evitar jugar a rozarse bajo el agua, dejándose besos casuales y disfrutando del contacto mutuo, de forma que la ducha se les alarga algo más de la cuenta.

Cuando salen, Agoney se viste con una camisa blanca y unos pantalones negros sencillos, para causar buena impresión en el juzgado. Raoul busca lo primero que encuentra en la mochila (no es que haya traído demasiada ropa), y cuando los dos están listos, salen de casa.

Algo en común | RagoneyWhere stories live. Discover now