Una casa loca con veinte habitaciones, más baños de los necesarios, una gran cocina, mil cuadros y jarrones antiguos, candelabros por todos lados y lo único que me había encantado era una gran biblioteca que se encontraba en el ala izquierda de la casa, una piscina y un gran jardín con muchos árboles que incluso podían ser considerado un pequeño bosque, seria todo lindo si no fuera viejo y si no estuviéramos a mil kilómetros de la civilización.

Mi padre me mostraba la casa completamente emocionado, me había dicho que podría hacer las fiestas que quisiera en este lugar, (como si alguien quisiera venir a la nada a una fiesta) trataba de alegrarme, pero no lo conseguía hasta que me mostro la que sería mi habitación.

—no hay muebles —me quejé al entrar a la habitación.

—esa es la sorpresa —sonrió mi padre — espero que sepas como diseñar interiores

—¡estas jugando! —no lo podía creer— ¿en enserio Pa?

—decora como tú quieras tu habitación —dijo papá recibiendo un gran abrazo de mi parte.

Y bueno esa fue la razón de mi castigo, esa misma tarde mi padre ordenó que un chofer me llevara a la ciudad a elegir muebles según mi padre no tenía autorización para gastar mucho dinero en muebles como el que terminé gastando y mi castigo fue limpiar este asqueroso lugar.

Era un lugar bastante grande, el techo era alto y solo se veían un par de ventanas pequeñas cajas apiladas por todos lados y muebles viejos que se suponían tenía que tirar, era una estupidez teniendo en cuenta la cantidad de empleados que mi papá había contratado para la casa sin embargo no tenía autorización para pedir ayuda y no podría salir hasta que este lugar quedara limpio, al menos tendría una habitación bonita.

Mi padre había dicho que podía quedarme con lo que me gustara, aunque no creo encontrar nada de valor en estas porquerías, comencé a mover cajas que contenían ropa y zapatos viejos, al más mínimo movimiento de algo rociaba insecticida y ya había gritado más de tres veces al ver a alguna cucaracha, saque mesas de madera rotas y un montón de cosas más. Estaba a punto de salir de ese lugar, aunque eso me costara tener que vivir encerrada por el resto de mi vida hasta que encontré lo que aprecia ser una pintura cubierta con una sábana que imaginé era blanca.

Tapando mi nariz del polvo moví la sabana vieja ahuyentando polillas y bichos, descubrí que era una pintura, una hermosa pintura de un paisaje de árboles y un lago al fondo, había visto muchas pinturas de paisajes, sin embargo esa en particular capturó toda mi atención, era como si la hubiese visto antes estaba segura que la había visto solo no recordaba de donde, pensé que se trataba de una réplica de alguna pintura famosa que seguro vi en el colegio, aunque me parecía era algo más; me sentí tentada a tocarla y por alguna extraña razón no pude dejar de verla, era simplemente hipnótica.

Alguien carraspeo detrás de mi haciéndome sobresaltar, me di cuenta que estaba mi única amiga en todo Colombia, Victoria. Recuerdo que nos conocimos gracias a nuestros padres ya que el mío tenía planeado convertir esta casa en una especie de hotel donde la gente de la ciudad podría venir a descansar y pasar un fin de semana tranquilo, la madre de Victoria es una de las personas que está ayudando a mi padre con el concepto del "hotel". Victoria y yo hicimos clic al instante ambas tenemos la misma edad y nos interesan las mismas cosas.

—me asustaste, ¿Qué haces acá? —pregunté

—tu papá me dijo que estabas aquí, ¿Qué haces? —sonrío, victoria es una chica alta y muy delgada de cabello lacio y rojizo que hacía que su pálida tez se viera aún más pálida y las pecas de su rostro se notaran aún más.

—estoy castigada, tengo que limpiar todo esto —contesté abatida mientras seguía viendo la pintura que sostenía con la mano.

—que fastidio —comentó la chica mirando con desagrado todo el lugar —necesitas algo de ayuda, ¿por dónde empiezo?

Mil TormentasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora