Tú eres nuestro hijo.

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Castiel escuchó un ruido, en su eterna vigilancia, ni el aleteo de un ave a kilómetros escapaba de su oído. Se apartó con cuidado del abrazo de Kelly, retiro las sabanas, y se deslizo en silencio. Cubrió la espalda de la madre, asegurándose de protegerla del frio.

Camino con cuidado hacia donde creía que el sonido se produjo, y reviso la habitación de Jack a su paso. Jack no estaba, y el pánico subió desde sus pies hasta invadirlo por completo. Se había descuidado. Tal vez se distrajo un minuto y su hijo ya no estaba. Era un imbécil y lo perdería todo tan rápido como lo había conseguido. Corrió a la habitación de su hijo menor, rogando que Joel estuviese en su cuna. Se detuvo en la puerta, con su corazón relajándose.

Jack estaba parada junto a la cuna, observando a su hermanito entre los barrotes. Sus ojos azules buscaron a su padre en la luz de luna que entraba por la habitación del bebé. Castiel más relajado, se sentó a un lado del pequeño rubio. Jack sonrió, y ambos miraron al bebé voltearse sin despertar realmente, con el cabello azabache despeinado iluminado por la luna.

- ¿No puedes dormir, cariño? – Interrogo papá con la voz más baja que podía usar.

- Estaba pensando. – Dijo de la forma más madura que lo podía decir un niño de tres años.

- ¿En que pensabas, cielo? – Revolvió los cabellos rubios. – ¿En tu hermano?

Jack asintió, volviendo su expresión triste y melancólica.

- Él es... lindo. – Dijo.

- Lo es. – Consintió el ángel. – Como tú.

El nephilim mayor negó esta vez.

- No como yo. – Se lamentó.

- ¿Por qué dices eso, cariño?

- Porque él sí es tu hijo. – Objeto, con lagrimitas agolpándose en sus ojitos. – Él tiene el cabello como tú, y tus ojos... y... él es... como tú. –

Castiel se llevó una gran sorpresa ante la deducción del pequeño. Pues sí, Jack no era su hijo real, pero lo amaba con la misma intensidad que a Joel. Y aunque el rubio no era la viva imagen de Cas, había logrado parecerse de formas que a Kelly le sorprendían. Cas sentó a su hijo mayor sobre sus piernas y lo abrazo bien cerca de su pecho.

- La familia no termina en la sangre, pequeño. – Sonrió, Jack devolvió el gesto. – Y soy tu padre porque te amo como uno, ¿Tú me amas?

Jack lo observo despistado por la pregunta.

- Mucho. – Admitió.

- ¿A mí también? – Interrogo mamá apoyada en el marco de la puerta.

Jack corrió a sus brazos, afirmando que también la amaba.

- Hora de irse a dormir. – Ordeno Cas, a lo que el pequeño salió corriendo a su habitación.

Kelly reviso que todo estuviese bien con el bebé y volvió a la habitación con Cas.

- Pensé que alguien había entrado. – Admitió, confesando sus miedos a la mujer.

- Pues acostúmbrate. – Rió Kelly.- Es muy normal en los niños levantarse por la noche, y ahora tienes dos.

El ángel suspiro. Esto no iba a ser fácil. ¿Se podía morir un ángel de estrés? 

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