Parte única.

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Esto lo escribí en el 2017-2018. Ahora, como aparentemente volví a este fandom, pensé que sería momento de quitarle el polvo y publicarlo. No recuerdo que estaba pasando en la vida de Nikki y Saraya pero si mal no recuerdo, estaban de la verga, así que ese es el contexto histórico que necesitan. Dedicado a mi yo de quince años que no terminaba nunca de aceptar que le gustaban las mujeres. Esto va dedicado a ti, pequeña bastarda ilusa.

También (y sobre todo) dedicado a mi mejor amiga, Francy, porque le conté de esta historia en su momento y me dijo que me haría una portada y hASTA EL SOL DE HOY NUNCA ME HIZO UN COÑO DE LA MADRE. Te amo.

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Su cabello brilla, tanto como sus ojos. Saraya no quiere nadamás que pasar sus dedos por las hebras negras del cabello de Nicole y sentirla más cerca de ella.

Está usando un vestido rojo, que resplandece por las lentejuelas. Los labios los tiene color vinotinto, en sus muñecas brillan dos brazaletes delgados y dorados, de sus orejas cuelgan dos aros de oro puro. Se ve preciosa.

Saraya ha tenido un mal año. Una mala vida, tal vez. Nicole no está en sus mejores momentos, tampoco. Ambas están solteras y peor aún, solas. Más solas de lo que alguna vez recuerdan que hayan estado y al mismo tiempo, no tan solas como desearían.

Porqué hay gente observándolas, a cada paso que dan. Gente juzgándolas, gente esperando que den un paso en falso para volverlas a hacer caer. Gente que aún se ríe de las tragedias de este último año que las dos han pasado.

Gente que no deja a Nicole olvidar que acaba de dejar al hombre perfecto, gente que nunca dejará olvidar a Saraya que hizo cosas estúpidas e inmaduras en el pasado. Pero ellas no son parte de ese grupo de personas.

Nicole nunca le echará en cara los vídeos, ni las fotos, ni las cosas que hizo cuando estaba perdida dentro de ella misma. Saraya nunca hará un comentario sobre John, sobre la boda, sobre las cosas que Nicole alguna vez soñó y que tal vez nunca sucedan. Ellas solo están aquí, esperando la cuenta de una cena que ha sido aburrida y costosa, pero ansiosas porqué lo verdaderamente divertido viene esta noche.

Nicole fue la que había enviado un mensaje a Saraya. Un juguetón y amistoso, estoy en la ciudad, ¡veámonos! con una carita de guiño al final. Saraya había aceptado unas horas después, incluso cuando su corazón se había precipitado contra su pecho al momento de leer el mensaje. Y ahora estaban aquí, en Londres, donde hace frío y está oscuro por la noche y donde las piernas de Nicole rozan las suyas debajo de la mesa.

Nicole paga la cuenta y sonríe con coqueteo hacia el mesero que las atiende. Saraya ríe por lo bajo, viendo como el baboso infla su pecho con orgullo, como un bufón, como si se hubiese ganado la lotería solo porqué los ojos de Nicole le han mirado.

Ambas ríen cuando dejan el lugar y Saraya se siente como en los viejos tiempos. Cuando el título rosado con forma de mariposa se abrazaba a la fuerte cintura de Nicole y Saraya estaba en una constante lucha por quitárselo. Cuando viajaban en aviones, autobuses, taxis, cuando la gente gritaba sus nombres y cuando estaban encerradas en gimnasios todos los días, entrenando y mejorando cada día.

La primera vez que tocó la cintura de Nicole sin tela de por medio, ambas temerosas de que John o cualquier otro pudiese cacharlas. Saraya con un novio que la entretenía pero que no brindaba verdadera emoción a su vida, Nicole con un hombre que la hacía sentir miserable e inútil a cada paso que daba. Ambas, encontrándose en un túnel que no parecía mostrar ni un poco de luz, hallándose sumergidas en la oscuridad pero siendo la primera vez que se encontraban la una con la otra.

Nicole es más conservadora que Saraya. Siempre cuidadosa con los toques de mano que se extendieran demasiado y con los besos de mejillas que fueron muy escandalosos. Siempre ha sido más temerosa, además, tardando años en entender que la mitad de las cosas que hace no están mal, que el deseo que le carcome por Saraya es normal, que hay cosas que ella no tiene que controlar, como controla su empresa, como controla su vida.

Saraya siempre ha sido más terca, más insistente, demasiado inmadura para dejar las cosas por las que no vale luchar atrás. Ha vivido su vida con menos miedo, amando a mujeres, amando a hombres, dejándose llevar por lo que le fluye por las venas y que la hace ser humana.

Ambas llegan al motel. Hay una sonrisa tímida en el rostro de Nicole cuando piden llaves de una habitación. Nadie puede reconocerlas, el cabello de Nicole está escondido en un sombrero con estampado irlandés y sus bonitos ojos cafés están ocultos por unos lentes de marco grueso. Saraya usa una larga y gruesa bufanda que tapa la mitad de su rostro y una gorra de béisbol con el logo de los Mets que alguno de sus novios había dejado en su casa antes de marcharse.

La habitación de motel es fea y marrón, con un termostato averiado que no logra protegerlas del frío. Nicole se quita los lentes y el sombrero, y el cabello azabache le cae sobre los hombros, detrás de la espalda, la misma sonrisa tímida y preciosa en sus labios apareciendo. Saraya quiere comérsela de un bocado.

Sus cuerpos siguen iguales. Saraya puede ver el lunar a un lado de su seno izquierdo y Nicole puede detallar la cicatriz de algún golpe que ha salido mal en el hombro de ella. Sus cuerpos siguen marcados y aún así, no son tan jóvenes como antes.

Ya el cabello de Nicole no brilla por mechones marrones y dorados, ya a su cuerpo no se ciñen trajes que dejan poco a la imaginación de color rojo y negro. Ya Saraya no tiene el cabello con mechones rojos o azules, ya no ruge como un león para todos en un estadio lleno de personas que exclaman su nombre. Ya no son las mismas, y aún así, no han cambiado en lo absoluto.

Saraya besa su cuello, Nicole suspira con dulzura, su piel erizándose por el contacto siempre dulce de las manos blancas y frías de Saraya.

La habitación de motel empieza a calentarse y Saraya se pregunta cómo ha podido pasar los últimos meses tan alejada de Nicole. De su piel que huele a almendras y de sus sonrisas tímidas y amables.

Hace un repaso y solo puede maldecir el tiempo perdido. El tiempo que desperdicio al lado de Alberto, el tiempo que desperdicio cuando lo dejó, el tiempo que parece perdido ahora que su carrera ha terminado. Maldice los años que Nicole perdió en una relación que solo la destruyó emocionalmente aunque la hizo hacerse más grande en este negocio. Maldice todos los años que pudieron estar juntas pero que simplemente, no se dieron.

Maldice, además de eso, el hecho de que nunca podrá decirlo en voz alta. El hecho de que el nadamás mencionarle a Nicole que desea pasar el resto de sus días con ella, ella se acobardará y le dará la espalda a la idea.

Nicole tiene miedo, mucho miedo de lo que puedan decir de ella después de todo lo que ha pasado. Después de John, después de su retiro, después de todo. Saraya no puede exponerla a eso, no puede hacerla elegir. Ya Nicole ha tenido que aferrarse y esclavizarse a los deseos de otros por demasiado tiempo.

Así que Saraya no dice nada, no dice que la ama, no dice que quiere pertenecer a ella. Sola la besa, solo se funde en ella y no la deja escapar. Está bien de esta manera, teniendo a Nicole a medias —o al menos, debe aprender a estarlo—.

Cuando ambas terminan, Saraya está cansada y aún así, lo haría mil veces más. Nicole le da una sonrisa que no es tímida pero que es cariñosa, post-orgásmica, brillante e insolente. Saraya quiere besarla, y besarla, y besarla.

Y la besa, con tanta fuerza y con tanta emoción que casi se siente anonadada. Nicole responde al beso y ríe con coquetería contra sus pechos desnudos al momento de separarse. Saraya vuelve a luchar contra las ganas que tiene de decirle que la ama.

Saray piensa, mientras la sigue haciendo suya, la sigue besando y la sigue amando, que hay cosas que simplemente, tienen que pasar. Tal vez pasen algunas otras cosas en el camino que finalmente hagan las manos de Nicole y Saraya tomarse, como tal vez no. Puede vivir con eso. Puede vivir con el hecho de, sin importar qué, todos los caminos siempre la llevarán de regreso a Nicole, con su exhuberante figura y sus grandes sonrisas.

Cuando llega la mañana, Nicole le dice que su visita a la ciudad va a extenderse unos días más. Acto seguido, le guiña el ojo. Saraya le sonríe como una cría.

All roads lead to you.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora