Capítulo Cinco: La Voz de la Razón

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—Camille – saludé de igual forma al verla posicionarse junto a mi, llevando un ramo en sus manos.

Pero lo que realmente me llamó la atención al verla fue el vestido que llevaba puesto. Era un vestido de novia que era ajustado y corto, pero que tenía una cola de tul ligeramente rosa con pequeños destellos dorados que lucía como una genial cascada brillante. Pude ver también que el escote era en forma de corazón y tenía un fino borde de un color metálico entre rosa y dorado.

—¿Pasa algo?

— Oye, esto puede sonar raro – advertí y ella alzó una ceja, aún sin quitar su dulce y cortés sonrisa -- ¿sabes quién diseñó el vestido que llevas?

—Si, Dios, ella es genial, es una joven diseñadora argentina que...

—¿Podrías darme su número? – rogué y sentí mi corazón acelerarse un poco de emoción.

La pelirroja intentaba ocultar una sonrisa divertida, pero obvie el hecho de que probablemente sonaba algo loca.

—Te lo daré al terminar – aseguró ella señalando al fotógrafo que se acercaba con su cámara en mano, lo que nos indicaba que era hora de comenzar con la sesión.

***

Fui rápida en contactar a la diseñadora, quien, como dijo Camille, acabó siendo una genial chica argentina llamada Alexandra Rosa, quien se emocionó ante mi llamada, tanto que logré convencerla de confeccionar a velocidad increíble un vestido igual según las medidas de Candy.
Alexandra había aceptado como una forma de publicitar su trabajo antes de la exposición que debía realizarse en casi 5 meses, y yo sencillamente deseaba que Candy lo amara.
Y es por toda esta historia que luego de dos semanas y media y una pequeña fortuna que Alexandra no me había pedido, pero que sentí la necesidad de darle, me encontraba tocando el timbre del apartamento de mis amigos, con una gran bolsa que dentro de sí tenía una profunda caja en la que reposaba el fabuloso vestido con el que pretendía sorprender gratamente a mi mejor amiga, que según sus recientes reportajes, no había conseguido aún ningún vestido que le encantara.
Toqué el timbre de nuevo y escuché a mi amiga gritar algo que no entendí antes de abrirme la puerta, con el cabello húmedo y en sólo unos jeans y un sujetador.

1-Kia, mi vida – me saludó y le sonreí antes de invitarme a mi misma dentro -- ¿teníamos planes? – cuestionó bostezando y sacudí la cabeza.

Eran las 4 de la tarde, por lo que Candy probablemente tenía poco de haber llegado del trabajo.

—No, pero tengo una sorpresa – solté sin más y la vi alzarme una ceja antes de cerrar la puerta tras de sí – ¿estás ocupada?

—No, KiKi, sólo acabo de salir de la ducha, y alguien fue incapaz de levantarse a abrir la puerta – dijo un poco más alto y al adentrarnos en el apartamento descubrí que se trataba de quien aún no se dignaba a contestar mi tonto mensaje de texto.

Foster estaba sentado en el suelo de la sala, concentrado en una laptop que se encontraba entre un mar de papeles sobre la pequeña mesita de café en el centro de la sala. Su cabello estaba hecho un desastre, lucía enormes ojeras y llevaba puestas sus gafas, además de estar en anchos pantalones de pijama y una camiseta blanca con una mancha de lo que lucía como café.
Sí, Foster Cox lucía realmente desaliñado justo ahora, pero de alguna injusta manera él lucía bien. Era un desastre ardiente y eso me molestaba.

—Querida hermana, yo estoy enloqueciendo – aseguró él y alzó sus ojos grises que pronto se posaron en los míos. – Oh mierda, Kiara.

Alcé una ceja ante sus palabras. Su rostro realmente lucía una expresión rara.

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⏰ Last updated: Mar 24, 2019 ⏰

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Kiara y sus Barreras (New Yorker)Where stories live. Discover now