3. Jugando con fuego

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Al principio, la rubia sintió culpabilidad por mentirle a Michiru, pero poco a poco se fue volviendo algo habitual y lo hacía cada vez con mayor facilidad. Además, pensaba que en realidad no estaba haciendo nada malo, pues al menos hasta entonces ni siquiera había tratado de besar a Yume, aunque cada día tenía más deseos de hacerlo.

Todo cambió semanas más tarde, aquel día, en el que Michiru compró un enorme ramo de flores blancas y Haruka no le dio importancia a tal detalle. Ese día salió de nuevo con un pretexto para encontrarse con Yume.

-Bueno, Mich, me voy, tengo reunión en el motoclub y pasaré toda la tarde con los chicos.
-Pensé que al menos hoy podríamos pasar el día juntas - respondió la chica con cierta tristeza en la mirada, la cual Haruka ni siquiera notó - ¿al menos llegarás a tiempo para cenar?
-Claro, antes de la hora de cenar estaré de regreso... Antes de las 9 estaré aquí - dijo dándole un rápido beso en los labios antes de salir apresurada.
-Haruka... - dijo Michiru en un susurro mientras la veía irse y las lágrimas empezaban a acumularse en sus ojos.

Desde que empezaron a vivir juntas, Michiru adquirió la costumbre de comprar flores blancas para celebrar un año más de que sus caminos se unieron. Para ella era algo así como celebrar su aniversario con Haruka, quien también se había sumado a aquel ritual llevándola a caminar por la playa para recordar esa primera cita, en la que la llevó a recorrer la costa a bordo de su coche.

Además, ese día Michiru cocinaba los platillos favoritos de la rubia y solían pasar todo el día juntas, yendo a sus lugares favoritos por la mañana, paseando por la playa en la tarde y pasando la noche en casa, besándose y amándose hasta quedar sin aliento.

Pero esa vez, Haruka tenía otras cosas en la mente y ni siquiera lo recordó. Como siempre, el tiempo al lado de Yume pasó volando y cuando menos pensó, ya empezaba a oscurecer.

Al llevar a Yume a su casa, por primera vez ella la invitó a pasar. Haruka no pudo negarse y ya estando adentro, sus juegos de seducción llegaron mucho más lejos que nunca, y un par de copas de vino hicieron el resto para que la rubia terminará de desinhibirse.

-Yume - dijo Haruka con la respiración entrecortada, deteniendo el apasionado beso que minutos antes había iniciado en el sillón - creo que será mejor que paremos y me vaya. No quiero que esto se salga de control.
-¿Pero por qué? ¿A qué le temes? Si es por tu novia, no te preocupes, ella no tiene por qué enterarse, y si es por mí, a mí no me importa que vivas con ella si en este momento y cada vez que nos veamos te entregas por completo a mí, sin pensar en ella... Créeme no soy nada celosa - dijo antes de unir de nuevo su boca a la de la rubia, que ya estaba totalmente hechizada por sus encantos y no pudo resistirse.

Así, esa noche, hicieron el amor por primera vez y para Haruka fue una experiencia de lo más excitante.

Después del intenso encuentro,Haruka estaba recostada en la cama de Yume, abrazándola, cuando de pronto a su mente llegó Michiru y la promesa que le había hecho para llegar a tiempo a cenar.

Vio la hora, ya pasaban de las 11 de la noche y en el celular tenía varias llamadas perdidas, pues hacía más de tres horas de que habían llegado a la casa de Yume y le había enviado un mensaje a Michiru diciendo que ya no tardaría en llegar.

-Maldición - murmuró mientras soltó con cuidado a Yume, que ya se estaba quedando dormida, y se puso en pie casi de un salto para empezar a vestirse.
-¿Qué pasa? - preguntó la pelirroja, adormilada.
-Perdón, nena, me tengo que ir...
-¿Pero por qué? Por favor quédate conmigo toda la noche...
-Discúlpame, pero hoy no puedo, te llamo mañana, ¿sí? - dijo antes de despedirse con un desordenado beso para después salir a toda velocidad hacia su casa, a donde no tardó en llegar.

Búscame en tus sueñosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora