Regando a una flor

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 Advertencias: Basado en la tradición húngara de "Húsvéti locsolkodás" o Riego de pascua. Esto es rosa. Las personalidades las tomé del animé de Hetalia. Es PruHun, aparición especial de Alemania, Austria e Italia del norte. Esto es un oneshot. El dibujo pertenece a Sanda, yo solo coloree. 

Si quiere una dosis de dulzura, siga leyendo ~


 Los días habían pasado de forma tan rápida desde que inició el año que la húngara no alcanzó a percatarse de las fechas y ya estaban sobre la semana santa. Esos días en su casa eran bastante movidos. Le gustaba dejar atrás Budapest y volver a los campos, donde se sentía mucho más a gusto. La gente era amable y siempre servicial, por ello quiso pasar estas fiestas con los aldeanos de un pueblito cerca de las montañas. Allí tenía una casa sencilla y podía dedicarse a hornear galletas, labrar la tierra, observar los atardeceres y perderse en los bosques. De alguna forma sentía que en esos lugares tan llenos de verde el tiempo se detenía. Pero este año no lo quiso pasar sola e invitó a las personas con las que había compartido gran parte de su vida: al austriaco, el italiano, al alemán y por consiguiente al prusiano.


Los días previos a pascua se dedicó a dejar todo preparado para la estancia de sus amigos, todo fue pacífico hasta que llegó Gil con su estilo tan particular. A ratos molestaba a Roderich y sacaba de quicio a Eli, pero era buen trabajador y ayudaba con las labores de la pequeña granja que tenía la mujer. La cocina, o al menos la repostería, quedaba en manos de Roderich, mientras que el orden y limpieza corría por cuenta de Ludwig. En lo que respectaba a Feliciano, este se dedicaba a acompañar a los demás en sus labores o dormir. A ratos, cuando estaban todos sentados a la mesa, a pesar de la historia, a la castaña le bajaba un poco la nostalgia y es que prácticamente eran una familia. En silencio extrañaba los tiempos en los que disfrutaban juntos.


Los días se sucedieron en este ambiente grato y el día previo a pascua, la mujer se dispuso a hornear galletas de jengibre para todos. La idea era hacer mézeskalács con forma de huevo y coloridas flores pero con la constante interrupción del albino, era difícil concentrase.


— Eliza, estoy aburrido— Comenzó a jugar con uno de los mechones de cabello que caían por la espalda de la mujer.

—Deberías buscar en qué entretenerte— Continuó ella en su labor.

—Es que ya terminé con la huerta, incluso limpié las patatas — ahora movía el mechón de cabello como si fuese una cuerda para saltar.

—¿Cómo es eso de limpiar las patatas? — Alzó una ceja sin entender, pero sin llegar a mirarlo.

—Fácil, tomé un trapo y les quité la tierra. Aunque no te enfades, el trapo era blanco. Ya no. — Hablaba sin soltar su cabello.

—Gilbert... No habrás tomado uno de mis pañuelos ¿verdad? — Bajó las manos y abandonó la labor con las galletas, aún sin mirarlo.

—Ni siquiera era bonito— En un gesto infantil y fastidiado por no lograr la atención que quería, le jaló el cabello antes de salir corriendo de la cocina. 

—¡Au! ¡Vuelve aquí, animal! — Se volteó y dio un par de zancadas antes de tomar la sartén para salir persiguiéndolo alrededor de la casa. Era cosa de estar a unos metros de allí para escuchar las burlas del albino y los gritos de la húngara. Por su parte, Roderich y Ludwig volvían de hacer las compras para el día siguiente. Con la ayuda del italiano logró dejar la comida preparada para recibir el día de pascua. Mientras todos dormían, la mujer se encargó de esconder algunos huevos de chocolates en distintos lugares de la casa y alrededor del jardín. Había preparado muchos y quería que todos participaran. Le hacía bastante ilusión verlos reunidos, compartiendo de sus tradiciones. No tardó demasiado y fue a dormir. Al día siguiente fue la primera en estar en pie, se vistió con un traje tradicional bordado de flores y anunció en el dormitorio de cada uno que debía iniciar la búsqueda. Para su sorpresa, Roderich no protestó como esperaba y es que él sabía muy bien lo importante que era para la húngara pasar el rato juntos, así que se tragó sus palabras y solo se limitó a levantarse, seguido por los demás. El primero que saltó a la carga fue Gilbert, que buscaba como si se tratara de un tesoro, mientras que Feliciano le seguía los pasos revisando bajo los cojines en la sala de estar, casi con la ilusión de un niño. Ludwig miraba a la castaña preguntándose si realmente él también debía participar de la búsqueda, a lo que la mujer solo se limitó a empujarlo un poco por la espalda para que se uniera. Roderich intentó buscar pero era demasiado para su persona, por eso mismo, Elizabetha le dio algunas pistas para que no hiciera tanto esfuerzo.


—Eh, marimacha ¡no es justo! Le estás dando pistas al señorito— La acusó Gilbert con el ceño fruncido.

—Tú sigue buscando—La mujer no le dio importancia.

—Tú sigue buscando—El austriaco dijo lo mismo al unísono.

—Aburridos. — Gilbert echó un par de maldiciones mientras salía a buscar al jardín seguido por el italiano.

—¿Qué es ese olor? — Preguntó Ludwig mientras salía por la puerta al jardín.

—¡Es perfume! Unas signorinas pasaron y tenían ese aroma....Huelen tan bien— El italiano cerró los ojos mientras sonreía siguiendo la dirección del perfume que dejaron las muchachas.

 —Ah, miren vienen más muchachas y con ropas coloridas, como las de Eli— Se les quedó mirando mientras unos hombres se les acercaban con una botella de perfume y ellas escapaban en lo que ellos las rociaban.

—Que extraño...Allí vienen más— El alemán no entendía absolutamente nada mientras Eli se avergonzaba un poco desde el portal de la casa.

—No es extraño. Es una tradición húngara. Se dice que hay que regar a las flores como a la tierra para que crezcan y sean prósperas. Y comparan a las mujeres con las flores, por eso las perfuman a modo de riego ¿No es así, Elizabetha? — Preguntó con una sonrisa a la mujer que asintió algo avergonzada. Había olvidado que ese día también tenían aquella tradición. El austriaco, que lo sabía de antemano, había tomado el perfume de la mujer y lo sacó del bolsillo para rociarla.

—¡Oh, yo también quiero! — El italiano se formó detrás de Roderich y lo imitó mientras que Ludwig, aún sin entender nada hizo lo mismo.

—Que tontería. Es una tradición tonta. Es un verdadero desperdicio usar perfume en ella— Gilbert sentenció echándose un par de huevos de chocolate decorados a los bolsillos y los dejó a todos en el jardín para desaparecer por la calle. Elizabetha se quedó con aquellas palabras y lejos de molestarse, se sintió ridícula. Una mujer ridícula y perfumada. Roderich la instó a no preocuparse por el albino, mientras que el alemán se disculpaba por las palabras de su hermano y Feliciano optó por estrujarla en sus brazos. Tratando de animarse por los presentes, entró a casa para servir la comida de pascua. Cuando al fin terminaron de comer y levantar los platos sucios, se escuchó la voz de Gilbert desde el colorido jardín.


—Elizabetha ¡sal de ahí! — Se escucharon más voces masculinas corear el nombre de la mujer. Con bastante intriga, todos los que estaban en casa salieron a ver y la húngara entendió de inmediato de qué se trataba. Muchos hombres del pueblo se veían sonrientes, vestidos de trajes tradicionales, al igual que el prusiano y cada uno de ellos sostenía una cubeta llena de agua. Poco a poco comenzaron a recitar versos románticos y algunos graciosos, los que por supuesto, eran dirigidos por Gilbert, que invitaban a la chica a atravesar corriendo el jardín. Elizabetha se echó a reír mientras Ludwig se disponía a regañar a su hermano y Roderich lo detenía negando con la cabeza, explicando que esto también era parte de la tradición. La castaña se dispuso a atravesar corriendo el jardín mientras los cubos de agua comenzaban a bañarla. Gilbert fue uno de los primeros en regarla y luego corrió rápido para poder atraparla al final del jardín y hablar con una gran sonrisa.

—¡Así es como se riega a una flor!— La estrechó en un abrazo apretado para luego separarse y peinar los cabellos empapados de la chica, despejando su rostro el cual tomó con ambas manos para que le mirase a los ojos y con voz sincera se decidió a hablar. 

— Que nunca te marchites y que seas siempre una bonita flor, tonta Eliza— La mujer se limitó a sonreír enternecida por sus palabras. Por eso amaba pascua y esta no la olvidaría nunca.

{PruHun} Regando a una FlorWhere stories live. Discover now