»7« Rebecca Hudson

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*En el trayecto de la Raymur road, mientras despertaba Jake*

Puedo moverme por el espacio-tiempo en breves intervalos, vivo de algún modo en ambas direcciones.

»"No debo estar contigo ahora Jake y es que creas un gran conflicto en mí; pero intentaré explicarte esta vez por qué:

Cuando apenas tenía unos 7 años, mi madre ya me había vendido a un hombre. No entendía qué era eso del compromiso y qué se supone que debía hacer; ella me vendió a uno de los nueve, afirmando que estaría mejor en su cuidado.

Al conocer a ese hombre resultó ser el señor más importante de la orden de los nueve, incluso más que los Reyes de las ciudades de Bryad

Este señor, entrado en edad con bigotes largos y erizados, una barba que apenas sobresalía y cejas que parecían extensiones de su bigote, me reveló que el compromiso era con un niño originario de Tréveris.

Comprarme sólo era parte de su estrategia para asegurar el destino de Bryad y del mundo lejano, así mismo me advirtió sobre la clase única.

Los portadores: Son seres capaces —con la ayuda del receptáculo de almas— de disociar su conciencia-espíritu y estar en dos lugares al mismo tiempo, de estos seres solo se conocen dos —volviéndome a explicar detenidamente—, el viejo era uno de ellos y el segundo eras tú.

Bueno, no el Jake de 2424, sino el de mi época —el viejo fundador hablaba con enigmas preocupantes.

No te imaginas lo confundida que estaba, ¿qué quería de mí entonces?, ¿cómo se atrevió a separarme de mi madre? y es más, ¿por qué ella permitió tal cosa?

No comprendía nada, necesitaba alejarme y buscar la verdad.

En medio de esa tristeza, sin parar de llorar escapé de Ara Köel y de sus imponentes castillos y de las murallas exteriores y del viejo fundador.

Apenas salía el sol y fue ahí en el sendero de Risco-águila, el primer encuentro con Daniel Vampage —aun no sabía que era el niño de Tréveris.

Traía una mochila con ollas, jarras y ropajes, también una espada que sobresalía por su baja estatura; se dirigía alegre hacia la capital. Para él todo estaba bien, todo se mostraba feliz, aunque cargara todo el peso del mundo, estaba contento.

Él se aproximó, pues vio que estaba escondida tras el peñasco.

—¿Qué haces ahí mocosa?, no ves que esa piedra se puede desprender en cualquier momento, con el más mínimo movimiento sales rodando por el acantilado —tomó mi brazo y sacó de su pantalón un trapo sucio.

Quería secarme las lágrimas.

—¡Déjame!, no tienes por qué interesarte en mí, si caigo es cosa mía y aleja ese trapo apestoso;   pendejo —recuerdo muy bien haber estado enojada con todos.

—Hoy es un buen día, al menos está saliendo el sol. Si sale el sol, también se secarán tus lágrimas —replicó con una amplia sonrisa.

No tuve palabras para responderle y seguir con mi berrinche, así que quise saber por qué él era feliz y yo no, a lo que me dijo:

—Hoy voy a conocer a mi prometida, mi padre dijo que es un paso muy importante para la vida de un hombre y eso me haría feliz, además es mi primer viaje, así que hoy es un buen día. Por cierto, ¿Sabes donde encontrar a un tal fundador?

Llenándome de confianza decidí acompañar a Daniel nuevamente al castillo, el viejo lucía una mirada cómplice y burlesca, era como si todo el asunto lo tuviera premeditado.

Desde ese día entablé una amistad con Daniel convirtiéndose en algo más; era brusco, pero sus palabras siempre eran sinceras. Tenía un carácter que atraía a todo tipo de personas aún con su corta edad, desde los nómades hasta las grandes casas de Tréveris y Ara Köel.

Daniel arregló en mí lo que el mundo había roto.

Las cosas parecían estar poniéndose en su lugar —en su tiempo—, pero una noche el viejo fundador acosado por su locura estrujó la puerta de mi recamara, sacó de su túnica un aparato similar a una jeringa, destapó este y me recató.

—Los portadores son los únicos compatibles ante el receptáculo, tienes en tus manos el futuro Magrette. Mi lecho de muerte está próximo, por eso debes encontrarte con Daniel en otro tiempo ¡vigílalo, adviértelo!, la guerra se aproxima y ustedes son las únicas variables que la pueden revertir. ¡O al menos ALTERAR!

Así pues, continuó el viejo delirante con su profecía.

—Los mortales tienen una oportunidad inigualable para usar el receptáculo de almas, en consecuencia, la fatalidad les aguarda. El viaje hacia una nueva época es sólo de ida. Si un mortal intenta regresar su mera existencia sería nula, destrozando su cuerpo-esencia en pedazos diminutos que ni el universo mismo puede reconstruir.

Oculta tu identidad Magrette, búscalo en el otro mundo. Sabrás reconocer a Daniel, en definitiva lo sabrás... A partir de ahora te llamarás Rebecca Hudson y no serás más que una estudiante normal en el año 2424.

«Te imaginarás Jake, lo loco e insano que sonaba»

El aparato que sostenía Törhen desprendió una serie de figuras luminiscentes: tú no eres mortal Escuché desvanecer la voz del viejo. 

Al instante, segó mi vista y todo el cuarto era como un vacío color blanco, cuando se fue atenuando estaba en tu mundo con diez años de edad.

Por eso, es difícil para mí verte todos los días y saber que tienes otro rostro, es realmente difícil para mí, saber que el alma puede viajar a través de los cuerpos, y del tiempo.

Es aún más extraño para mí haberte conocido en dos épocas diferentes, aunque me da la impresión de que en este tiempo eres más frágil.

Las culturas moldean a las personas que se necesitan.

Así como eres un caballero respetado en el pasado, en el ahora eres una versión aprisionada por el régimen. Eres un hombre manso, tranquilo y así está bien, porque son tiempos de paz.

Tienes el potencial para acabar con este ciclo, pues aún no ha despertado en ti el símbolo portador."

De: Rebecca.

Para: El niño que se dejó robar un beso.

Nunca me atreví a darle la única carta que aclararía mi verdadera identidad, incluso cuando tuve que partir a mi mundo, es más, pensé en deshacerme de ella, en vista de lo insano que resulta.

Jake creería que estaba loca.

Enviados del tiempo ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora