1. Una familia un tanto peculiar

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- No le gusta que lo toquen otras personas a excepción de mi-. Le expliqué por lo cuál ella asintió comprendiendo aquél trato mío.

- Ya es tarde, Christa. Será mejor irnos ahora-. Mamá me acomodo el poncho de lana con suavidad hasta que por fin pudo entrar por mi cabeza sin problemas, mientras ella se encargaba de mi vestuario la mucama me ponía mis zapatitos negros relucientes.

- Todavía no me despedí de papá-. Me detuve de ser llevada por mi madre quién solamente sonrió.

- Ve rápido. Te esperaré en el coche.

Salí corriendo rumbo a su despacho, la habitación prohibida cómo lo llamaba ya que nunca en toda mi existencia había pisado ese lugar, subí los escalones de dos en dos para así llegar más rápido. Golpee la puerta tres veces y esperé paciente a que me abriera.

- ¡Papi! ¡Ya me voy!-. Grité y segundos después mi padre salió cerrando la puerta detrás de él con rapidez. Él se agachó hasta estar a mi altura y me beso la frente en despedida, lucía algo diferente y desaliñado por estar siempre metido en esa habitación pero no me importaba para mi ... mi padre es el hombre más guapo del mundo.

- Estaremos de regreso pronto. Por mientras trata de ser buena con el abuelo. ¿De acuerdo?-. Me preguntó por lo cuál asenti con una sonrisa falsa.

- El abuelo y yo somos los mejores amigos-. Mentí dejando que mi sonrisa hiciera el resto. Al escuchar el sonido del claxon me indicó que mi madre quería que ya saliera para irnos.

- Ya me tengo que ir. Nos vemos, papi-. Me despedí pero antes de que me alejara papá me tomó entre sus brazos provocando que me sorprendiera a más no poder. El sonido del claxon que volvió a sonar hizo que papi reaccionara y lentamente se alejo de mi mientras soltaba algo que cayó con suavidad en mi pecho.

Al bajar la mirada no daba crédito a lo que veía, era un hermoso medallón de plata en forma de corazón. Creí que jamás me lo darían al ser todavía pequeña pero veo que estaba muy equivocada, siempre quise tener uno así al igual que el de mi madre y de mi tía Bella ya que según me contó uno de los más viejos sirvientes era que toda mujer que naciera dentro de la familia Hamilton merecía portar aquellos medallones de corazón.

- Es hermoso.

- Abrelo, cariño-. Me animó papá por lo que no dudé ni un segundo y lo abrí revelando en su interior la fotografía de mis padres en el lado derecho y en el izquierdo a mi de bebé-. Ya era hora de que lo tuvieras. Pasé lo que pasé no lo pierdas y que nadie te lo arrebate, esté camafeo es una reliquia familiar.

- Lo cuidaré muy bien. Te lo aseguro, papá. Ya quiero que sea Navidad y que tía Bella venga para enseñarle.

Por tercera vez el sonido del claxon me hizo salir corriendo hacía los escalones mientras movía mi mano hacía papá en despedida. Al subir al coche y sentir la calefacción rodear mi cuerpo congelado me hizo sentir bien.

- ¡Mira, mamá! Papi me obsequió el medallón de nuestra reliquia familiar. Es igual al tuyo y el de la tía-. Le enseñé mi camafeo, los ojos de mi madre solamente me vieron por el espejo retrovisor con una mirada seria que me dejó por un momento inquieta.

- Es hermoso, cariño. Ahora ponte el cinturón. Tardaremos tres horas en llegar a la casa de tu abuelo-. Dejó atrás esa seriedad rara para sonreír cómo siempre lo solía hacer por lo que moví mi cabeza en afirmación.

Decidí sacar mi libro de cuentos en dónde contaba las historias de los dioses griegos, mi favorita era la historia de amor entre Hades (el Dios del Inframundo) y de Perséfone (hija del poderoso Zeus y Demeter), desde que mamá me regaló esté libro no he parado de leerlo desde tan temprana edad y jamás me aburría. Fue así cómo empezó mi amor por la lectura era tanto mi adicción que ya solía leer libros sin ningún dibujo cosa que algunos niños de mi edad lo odiaban.

BESTIA MORTAL  [LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora