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HyeRi acababa de llegar a casa, cuando la repentina voz de su madre, hizo que interrumpiera su gloriosa música.

—¿Volviste a decolorar tu cabello? —masculló JaeHa, mientras colocaba sus puños a un lado de sus caderas.

—Ya habíamos hablado de eso, mamá.

—Si pero, hace unas horas lo tenías de un rosa muy colorido y ahora de un color morado —su madre negó, mientras se masajeaba sus cienes—. ¿Qué haré contigo?

—Nada.

—Por lo menos combina con el vestido que llevas puesto.

HyeRi sólo asintió.

—Lavate que en un rato más llega tu padre —hablo JaeHa, dirigiéndose hacia la cocina.

En ese periodo de tiempo, HyeRi lo quería aprovechar, ya que si llegaba su padre, significaba una sola cosa: estudiar medicina.

Prefería empezar con su dibujo, para acabarlo lo antes posible.

A su padre, no le agradaba del todo, el hecho de que su hija se la pasará pintando. Le gustaba si, pero no lo que ella pintaba, las pinturas de HyeRi reflejaban una sola cosa: oscuridad. O también en otros casos, todo lo que tuviera que ver con ella, y en este caso estaría dibujando un hermoso bosque de noche.

La pintura se le daba muy bien a HyeRi, había empezado a pintar y dibujar desde que tenía uso de razón. Y ella en verdad disfrutaba de hacerlo.

Sin más, tomo su lápiz especial y comenzó a trazar, una vez que estuvo hecho el dibujo, se dirigió a su cajón de pinturas y sacó las indicadas.

Con su pincel, tomo un poco de pintura negra con una combinación de azul y comenzó a dar pinceladas en el enorme cuadro. Comenzó con suaves movimientos con el pincel, luego poco a poco se fue olvidando del dibujo y se dejó llevar por su pincel, mientras que en su playlist sonaba su banda favorita: ColdPlay.

Al poco tiempo, terminó con su obra artística, dando los últimos retoques a la pintura, decidió colocarla en un lugar en su habitación donde pudiera secarse, sin la necesidad de sacarla al aire.

Amaba ver ese desastre en su mesa de trabajo, pues se le hacia relajante ver aquellas pinturas, pinceles y manteles esparcidos por doquier.

Cuando se disponía a quitarse el mandil, tocaron la puerta de su habitación, eso sólo significaba dos cosas, la comida estaba lista y su padre había llegado.

—HyeRi, la comida está lista y tu padre nos espera en la mesa... —las palabras se detuvieron al ver el cuadro que había recién pintado HyeRi, JaeHa se llevó las manos a la boca al verlo—. Oh cielos HyeRi, está muy bonito —expresó acercándose a el, HyeRi seguía sin inmutarse y con su mirada frívola.

—¿Gracias? —cuestionó HyeRi, terminando de limpiarse las manos con un trapo.

—¿Por qué no te animas a pintar algo más que no tenga que llevar negro? —preguntó JaeHa, cruzandose de brazos, mientras observaba el cuadro, el cual aún se estaba secando.

—Me gusta el negro —mencionó HyeRi, encogiendose de hombros.

—Si pero... Sólo olvídalo, ven a comer, tú padre nos espera —informó su mamá, mientras se encaminaba hacia la puerta, para luego cerrarla.

HyeRi resoplo.

HyeRi imitó la misma acción de su madre, hace menos de un minuto y se encaminó a bajar las escaleras, para ir a la mesa y proceder a comer.

—¿Cómo estuvieron tus clases de psicología, HyeRi? —cuestionó Book Su, cortando su pedazo de carne con su cuchillo y tenedor.

—Supongo que bien —dijo ella, tomando de su vaso de jugo.

—¿No le has dado molestias a tu profesor, verdad? —volvió a indagar su padre, está vez dirigiéndole una mirada.

—No, padre.

—Te volviste a pintar el cabello —hablo su padre; viendo su cabello, y soltando un suspiro mientras negaba con la cabeza.

—Así es, padre.

—Me basta con que no te hagas un tatuaje, con tus tonos extravagantes me conformo.

Así era la relación entre ellos, había que tener respeto estando en la mesa.

En cambio, HyeRi y sus padres tenían un trato.

Consistía en que ellos no rechistaban ni se quejaban al momento de qué ella se decolorará el cabello de cualquier color que se le diera la gana; a cambio ella se dejaba manipular por su padre, pues el mismo escogió la carrera de medicina para que la estudiará, eso sí, tampoco tenía que rechistar o quejarse. Sin dudarlo más, los tres aceptaron eso.

—Mañana tienes clases con tu profesor de francés, HyeRi —hablo está vez su mamá, quien no había comentado nada desde que comenzaron a comer.

—Si, lo sé, madre.

—Espero y sigas manteniendo tu perfecta calificación de un 100, HyeRi —reclamó Book Su, tomando de su copa de vino tinto.

—Así será, padre.

Aunque así lo hayan decidido sus padres, ella iba a un colegio de alto prestigio, el más prestigioso de Seúl, pues allí se daban clases de cualquier profesión de la cual quisieras.


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