1.

3 0 0
                                    

Afire Love de Ed Sheeran sonaba de fondo cuando me encontraba eligiendo la ropa para la cita de esta noche. Como era de costumbre quería lucir radiante, quería que él me mirara de la manera que no iba a mirar a ninguna otra mujer existente en esta Tierra, con esos ojos perdidos en amor.

En la pequeña habitación que tenía me encontraba sentada, luego de esforzarme por no enloquecer como de costumbre por no saber qué usar. Hoy cumplía seis meses con mi pareja, Christopher, yo creía que él era mi mundo, y que sin él nada iba a ser lindo, o iba a ser igual o parecido a la perfección. Lo conozco desde la secundaria, y hoy en día con veintidós años cada uno estamos unidos. Yo creo en eso de que estamos unidos desde la primera vez que nos vimos, y se lo repetí cada vez que tuve oportunidad.

Pero no todo era realmente hermoso o el cuento de hadas que le contaba a la gente cada vez que me preguntaba sobre lo maravillosa que se veía nuestra vida amorosa. Es que todo al principio se sentía bien. Aunque había cosas en mí que nunca sentía, que yo creía que podía sentir más, o que él me brindaba todo eso para ser feliz y yo sabía que necesitaba más, que en mi vida eso no era todo lo que yo quería. Pero aun así lo amaba, y no me importaba ya que lo elegía todos los días desde ya hacía seis meses.

Mis pensamientos vagaban por mi cabeza sin detenerse hasta que pude notar que la hora avanzaba, y la que no avanzaba era yo, por lo que iba a llegar tarde como de costumbre.

¡Dios, Mía! Qué impuntual eres. — Me repetí una y otra vez mientras ingresaba al cuarto de baño para asearme.

La media hora metida en el baño hizo que reflexionara sobre mi guardarropa, y fue ahí cuando al salir con mi cabello castaño envuelto en una toalla, saqué de su percha mi vestido rosa pastel que colgaba ahí desde ya hacía meses, porque nunca lo había usado, y fue cuando creí que sería un momento especial para estrenarlo. Al mismo lo acompañé con zapatos de tacón alto color negro, que eran mis favoritos desde el primer día que los vi en aquella tienda de moda. Era muy común en mí vestir prendas de tonalidades pastel, eran mis favoritos, y a Christopher era una de las cosas que le gustaba, o eso me decía.

 Al terminar de vestirme y de arreglarme por completo sabía que era momento de irme. Y lo sabía porque ya era tarde, habían pasado diez minutos de la hora que habíamos quedado con Chris. Al notar esto, tomé mi bolso y salí de mi departamento, tomé mi celular en manos y le mandé un texto explicándole que llegaría en unos minutos a nuestro punto de encuentro. Por alguna extraña razón, no contestó rápidamente como esperaba. Si fuese yo la que estuviese esperando estaría totalmente desquiciada, pero él se notaba que no se fastidió en lo más mínimo. Tomé un Taxi, y le pedí que me dejara en la plaza que se encontraba a unas diez cuadras de donde me encontraba. No tenía las ganas de caminar hasta allá con tacos altos y a las nueve de la noche, con vestido pastel y arreglada hasta la última uña, porque quería estar perfecta para cuando me vea.

 El viaje se hizo ligero, totalmente corto. Al llegar deposité el dinero en su mano y le agradecí. Bajé y comencé a buscarlo. Un hombre totalmente reconocible. Alto, buen cuerpo diría yo, cabello bien peinado y de color rubio. Con una carita que cuando era adolescente hacia que quiera dejar todo por él.

Habían pasado ya veinte minutos desde la hora que habíamos acordado y yo había llegado.

¡Qué bien lo haces, Mía! Murmuré cuando tomé nuevamente el celular en manos y le enviaba otro mensaje cuando no lo divisaba por ningún sitio. Segundo mensaje.

Tercer mensaje.

Décimo mensaje. Y nada. Nada pasaba. Ni el visto lograba clavarme. En cambio yo estaba clavada a ese asiento de madera frío a casi diez de la noche que marcaba el reloj. Fue cuando perdí toda cordura y lo llamé, totalmente enojada, y sin ser capaz de usar la lógica para saber que le iba a decir, por lo que sabía dentro de mí que nada iba a terminar bien.

— ¿¡Dónde demonios estás, Christopher!? Solté en voz alta, levantándome de ese frío asiento de madera y comenzaba a caminar sin ningún rumbo, esperando su incierta respuesta.

— Disculpa, cariño, me quedé dormido. — Respondió él, y me hirvió la sangre.

— ¿¡Te quedas dormido cuando cumplimos medio año!? Qué clase de novio eres. Me siento una estúpida vestida de pastel en medio de esta plaza. En medio de esta gente que no entiende por qué me vestí tan elegante para una simple noche en este lugar. No te entiendo, y no sé si en algún momento podré hacerlo.

Mía.Where stories live. Discover now