Mostrarse demasiado en redes sociales

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Nos gusta gustar, y no hablo solamente de sexo. Hablo de gustar más allá de lo erótico. Actualmente más que nunca nos gusta gustar, que nos miren, causar envidia, dar ejemplo, esos 15 minutos de gloria de los que hablaba Andy Wharhol o ese "que hablen de mi aunque sea para mal" que solía decir Salvador Dalí en pleno apogeo de su extravagancia.

La televisión, hace ya cerca de 20 años, nos fue acostumbrando, poco a poco, a que las vidas más comunes eran interesantes. Nos acostumbró a mirar, pero mirar es algo que siempre hemos hecho... También nos acostumbró a ser mirados. Al dulce encanto de mostrarse, jugando con el equilibrio que separa enseñar con exhibir.

El crecimiento de las redes sociales hace ya diez años, nos dijo que además de unos elegidos para programas de televisión, todos teníamos derecho. Por extensión, llegó la democratización del exhibir que cualquiera con un correo electrónico podía hacer con menor o mayor éxito. Esto nos lleva a la actualidad, donde en plataformas como YouTube o Instagram, podemos ver a diario en formatos muy visuales, la cotidianeidad ajena. Lo diario, el acontecer sencillo, que va más allá de tutoriales, o videojuegos, y un largo etc... didáctico. Vamos un paso más adelante, sentándonos a mirar simplemente vidas ajenas como si fuera nuestra propia serie de televisión. Nos perdemos en su mundanidad, nos sentimos mejores cuando somos ejemplo e incluso los usuarios llenos de odio se portan de forma inquisitorial.

Todo un submundo que no hace más que mostrar las caras escondidas tras nicks no personalizados. Nuestras pequeñas miserias, e idiosincrasias que vemos proyectadas en otras personas tan alegre o tristemente mundanas como nosotros.

Pero, ¿se muestra demasiado? ¿Se ha perdido el control ante los derechos de los menores? ¿Se ha perdido el control hacia las personas anónimas que simplemente caen en el visor de cámaras porque pasaban por las realidades de estas personas? ¿Es una moda o una forma de vida?

Nos perdemos, nos estamos perdiendo en un juego de mirar y ser mirado, a veces obsesivo. No digo que los lazos empáticos que se dan entre creadores de contenido y consumidores de contenido, sea estrictamente malo.

Pero, insisto ¿no lo estamos llevando muy lejos?

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