Ésta, en su gran mayoría, era de color blanco. Sólo había algunas franjas negras y grises, aunque eso no era lo mejor ni lo que más le gustaba.

Lo que le encantaba era que habían bordado un dragón asiático en la parte de la espalda.

Una vez puesta, sacó su móvil de uno de sus bolsillos, precavida de que no aparecía por ningún lado en concreto. 

Tuvo la suerte de que el cantonés no la siguió hasta ahí. E incluso examinó que en esa sala era la única, sólo para poder enviarle un mensaje a Bakugō, avisándole de quién había venido y que ese mismo, buscaba llevársela. 

Por si acaso, también le envió otro a Midoriya y a su madre.

— ¿Echo?

— ¡Voy!—Exclamó, guardando el móvil en uno de sus bolsillos. Con una sonrisa en el rostro, salió, encontrándose con él— ¿Tenías planeado ir a algún lugar en específico? 

— No, sólo caminar— Fujioka se colocó mejor su vestimenta—. Pero puedo pensar en algo rápido.

— Son las seis de la tarde, pronto anochecerá. 

— No te preocupes, Echo...— La chica observó con desasosiego la sonrisa del contrario— Yo te protejo. 

La susodicha, tras un poco de tiempo examinando esa tétrica mueca, decidió fingir otra parecida. 

Por desgracia, se estaba acostumbrando a sonreír con falsedad. 

— Claro, confío en ti— Dijo. 

— ¡Perfecto!— Shang alzó el brazo delante de ella para que lo agarrase— ¿No tienes esa manía? Puedes cogerme el brazo, el explosivo no se dará cuenta. 

— No, gracias... — Con el paso algo acelerado, se adelantó para salir del terreno de los héroes— Prefiero tocarle a él. 

 

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...


No había contado las veces que esas tres personas a las que había avisado le habían llamado. Había pasado simplemente media hora, y si miraba el registro de llamadas, lo más seguro es que tuviera como mil perdidas. 

Su madre habría avisado a la Yakuza, para movilizarse por si hacía falta. 

Katsuki e Izuku, aunque la joven no era consciente de ello, ambos se habían compaginado para ir en su búsqueda. 

— ¿Puedo hacerte una pregunta? Estoy bastante curioso.

Entretanto caminaban por las calles nocturnas de esa ciudad japonesa, Shang, de soslayo, colocó sus orbes en la adolescente para analizar su estado. 

Su vista estaba al frente, casi no hablaba. Pese a que era una chica que prácticamente siempre portaba una expresión de completa tranquilidad, su ceño estaba fruncido desde que habían salido de su escuela. 

Fujioka | BNHA |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora