Capítulo I

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La suave flama de fuego que mantenía los dos o tres pedazos de leña ardiendo no era rival para el crudo invierno que se desataba por toda Inglaterra.

Arthur Kirkland disfrutaba de una lectura amena sentado en un sillón junto a la chimenea, el silencio era un factor importante en momentos como estos; todos los sirvientes y mucamas estaban al tanto de esto, era de los pocos momentos en los que el señor de la casa no estaba pendiente de su pequeña mascota, un delicado canario blanco que solía estar en una jaula. Esta avecilla solía llamar la atención de todos los que visitaban aquel lugar, puesto que la jaula siempre estaba abierta y el canario no parecía intentar salir.

- ¿Disfruta de su lectura señor Arthur? -la única persona que tenía permitido interrumpir su lectura en todo el lugar.

- No sabes cuanto Allistor...

- Es hora de su té señor -dijo poniendo una bandeja sobre la mesa que estaba al lado del rubio.

- Allistor, aprovecha tu interrupción para alimentar al canario.

- Si señor. -el pelirrojo camino hacia la jaula y tomo una pequeña bolcita con semillas, colocó suavemente un puñado cerca del ave.

Esta inmediatamente empezó a comer mientras el escocés la observaba tranquilamente y acercaba su dedo índice; el pequeño canario subió a su dedo y Allistor lo sacó de su jaula.

- ¿Por que no huyes pequeño? -le preguntó a este como si pudiera responder le.

- No sabe volar Scott. -lo interrumpió el inglés logrando hacer que este lo mire con cierto grado de ira- nació en cautiverio, cuando lo intento la primera vez cayó y le tomo miedo al vuelo.

- ¿No sería correcto sacarlo de aquí? -claramente molesto.

- Eso sería muy cruel de tu parte. -espetó el inglés cerrando de golpe su libro mientras se ponía de pié.

- ¿Cruel? No lo entiendo... ¿Porque sería cruel dejarlo ser libre?

- Por la misma razón que tiene él para quedarse ahí... porque no sabe volar, dejarlo ir sería sentenciarlo a muerte en este inhóspito clima.

- Podría aprender...

- Se va a morir Allistor. - Dictamino firme.

El silencio reinó nuevamente en la habitación, Allistor con un nudo en la garganta volvió a dejar al ave en la jaula evitando todo contacto visual con el ingles, sabía muy bien como había llegado a estar en esa posición, también era consciente de por qué estaba ahí, lo único que no entendía era por qué mierda aún seguía trabajando para Arthur Kirkland, si odiaba con toda su alma estar encerrado.

Se retiró sin decir nada más, a fin de cuentas no ganaría nada contra el que era su patrón y hermano, no quería arriesgarse a perder todo lo que tenía ahí, un techo, una cama, comida a diario y atención médica cuando era necesario; cierto, lo tenía todo, o al menos casi todo, de lo único que no podía disfrutar era de libertad, esa sensación de saber que podía ir a donde le plazca cuando quisiera no existía en su vida, si debía salir a comprar víveres, primero tenía que pedir permiso a su señor, si quería salir una tarde para recrearse después de trabajar, se le ponían excusas que al final no lo dejaban salir y ni hablar de entablar relaciones, como trabajador no podía interrumpir a los demás por tiempo, nadie le dirigía la palabra, no sabía si era por su propia persona, que hasta cierto grado inspiraba seriedad o por el simple hecho de ser escocés.

Cuando empezó realmente no creyó que fuera a necesitar simpatizar con los demás, por tanto, los trato como a todo el mundo, con total indiferencia, pero al pasar los años y al ser apartado del mundo nació en él la necesidad de tener compañía, cosa que lo volvió más "vulnerable" ante las demás personas; cualquiera que conociera a Allistor antes de esa época no lo reconocería ahora, su tono de voz era claramente más delicado y cuidadoso, casi no decía groserías, era más amable con los invitados en el lugar y lo más sorprendente es que se había vuelto totalmente sumiso a las órdenes de su hermano menor.

Primero le sugirió que lo llamará por su nombre, ya que referirse a Arthur como "conejo" lo rebajaba mucho ante sus invitados, luego era que le dijera sólo señor, algo que empezó como broma entre hermanos, después era "Señor Arthur", cosa que dejo de ser juego el día en que él le ordenó que haga algo, a lo que Allistor contestó con un "Si señor" seguido de una risa, cosa que no le causó nada de risa al menor quien lo miro con irá y pregunto "¿Qué tiene de gracioso?" logrando transmitir un sentimiento totalmente ajeno al pelirrojo, jamás en su vida había experimentado sentimiento similar a ese, algo en su interior se murió, sus ojos se opacaron y bajando la mirada le contestó "N..nada Señor, lo lamento" Ni el mismo se podía explicar por qué se había disculpado, pero sabía que ahora las cosas serían diferentes, que ya no era el hermano del jefe, si no, otro empleado en el hogar de Arthur, trato de sacar sus fuerzas anteriores para defender su persona pero no pudo, sólo salió del lugar y corrió a ocultar las lágrimas que brotaban de sus ojos entre las cuatro paredes que componían su habitación, lugar que desde ese día en adelante se convertiría en su único refugio contra la mirada burlona de los demás, era prácticamente el contra todos.

Desgraciadamente descubrió que en realidad no era sólo él contra los demás era él y Arthur contra el mundo, cuando se sentía sólo y afligido con ganas de huir por cosas del destino parecía que Arthur estaba mucho más amable y dispuesto que de costumbre, había tenido tantas veces a Allistor llorando desconsoladamente contra su hombro que ya era una costumbre para él y de igual forma para el escocés correr a los brazos de su hermano, su jefe, su ángel que cuidaba aquel corazón roto por la soledad, tal como lo había planeado Arthur; desde que llegó ya tenía listo su plan que empleaba cada día para debilitarlo emocionalmente, sabía que con inteligencia no le iba a ganar, tampoco por la fuerza, Allistor se iba a quedar por su cuenta sólo si pensaba que el único lugar seguro era bajo el cobijo de su hermano menor, quien no tenía problema en pagarle unos pesos extra a sus demás sirvientes por qué ignoren al pelirrojo de vez en cuando para bajar su sanidad mental, prácticamente era prisionero de su propia necesidad y así es como iba a vivir el resto de su vida junto a él.

Ahora volvía caminando después de dicha "conversación" a su cuarto en el cual seguramente se iba a quebrar en llanto de la impotencia que sentía, sabía que ese canario simbolizaba su vida, ya varias veces se había parado en la puerta con su maleta en la mano totalmente decidido a escapar, daba un paso y su corazón se aceleraba, daba otro y un nudo se alojaba en su garganta, ya al tercer paso la angustia no lo dejaba respirar, para terminar volviendo lo más rápido posible adentro y ahogar su llanto con sus manos, algo que jamás supo es que cada vez que intentó salir Arthur le estuvo mirando desde cerca para comprobar si su "canario" intentaría aprender a volar, viendo como se desplomaba nuevamente.

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