Pronto aquellos rumores hicieron eco en lo más profundo de Thel 'Vadam

Sus ojos ámbar hacían contraste con su armadura oscura, brillando de una manera tan surrealista.

Tal vez se les consideraba bestias, monstruos... pero ese Sangheili sabía que los sentimientos que se habían enraizado con fuerza en su corazón correspondían al lazo humano que había desarrollado gracias al Jefe Maestro.

También conocía la parte humana del Demonio, la conocía a la perfección. Inquebrantable como soldado, frágil como humano.

Su IA era su principal debilidad, ella era la culpable de ese nuevo estado de ánimo desconocido para el Spartan.

–Supe lo de Cortana –había cierto rencor en su voz, 117 no pudo identificarlo, pero no negaría que escuchar su nombre lo hacía sentir peor de lo que se veía.

–Todos lo saben.

–Sé que ella era tú más grande compañera, sigue siéndole leal a su recuerdo –aconsejo, estaba destrozado por dentro pero su orgullo era mucho.

El Spartan no se molestó en contestar, se quitó el caso dejándolo caer a un lado mientras su mirada celeste se clavaba en lo más profundo del alma del líder hereje.

Bésame –pidió una última vez el Inquisidor inclinándose hacía 117.

Silencio, como siempre.

Era distinto la manera en la que podías besar a un Sangheili, John besaba los escamosos costados de su cara, lamiendo superficialmente los labios separados del Inquisidor. Superficiales besos por todo su rostro, parecía una más una obligación y no una nostálgica despedida de dos amantes.

Ronroneo cual felino, tomando de los hombros al Spartan, haciéndole cosquillas con su mandíbula, al tacto eran anormalmente suave y le erizaba la piel –todas las atenciones del Sangheili lo ponían de esa forma realmente– arrancándole un suspiro de la boca.

–Deberíamos parar –jadeo el soldado.

–Deberíamos –repitió sin detenerse.

Lo rodeo con sus brazos, ahora mismo ese Spartan de dos metros y casi una tonelada y media era lo más frágil

No estaba de más decir que siempre envidio el cariño que le tenía Jefe Maestro a Cortana, era bastante celoso.

En un tiempo lo considero su igual, un confidente, un aliado; un amigo.

Thel 'Vadamee no había tenido amigos, Thel 'Vadam había conocido a lo que según el creía era una amistad con sus Élites (Rtas era el más destacable) pero lo que había sucedido con el Demon... él creía firmemente en su amistad.

O al menos ese fue su pensamiento antes que el Spartan esmeralda le insinuara –de manera poco sutil– otro tipo de relación.

¿A los humanos no les bastaba con la hermandad? ¿Con un lazo fraterno irrompible?

Al parecer no.

El Inquisidor sin dudar acepto la propuesta del Jefe Maestro. Quizás en ese momento creyó que su deuda con el Soldado podría ser saldada y sería algo completamente mágico como esas historias que contaban los Ancianos sobre encontrar a la consorte perfecta para preservar los genes.

Que equivocado estuvo.

Solo fue un juguete.

Uno bastante complaciente.

Uno que le satisfacía de sobre manera.

Pero él no era capaz de llenar el vacío que había dejado la IA.

Y por desgracia... nunca lo sería.

117 se saciaba con la esencia del Inquisidor, pero él no buscaba solo placer carnal; quería permanecer al lado del Spartan. Nunca se lo había dicho a alguien, estuvo enamorado de un humano –y no de cualquiera, de un Demonio, uno que lo mantenía en vela cada noche– aunque a decir verdad él mismo se había negado a admitir su interés amoroso, sin embargo, cuando los rumores de que tenía una atracción por otros se hicieron fuertes no dudo ni un segundo en comprobarlo y solo así se pudo permitirse –por primera vez– declarar todo lo que sentía cuando se encontraron solos.

La respuesta fue la misma que los demás casos que le siguieron.

Silencio.

John nunca le contesto.

¿Tenía miedo? ¿Tenía asco? ¿Acaso no sentía lo mismo

No. No. .

Las respuestas siempre estuvieron frente a él, pero no quiso verlas.

–Me tengo que ir –gimió alejándose rápidamente del líder hereje.

–No te vayas –intento detenerlo.

–Tengo una misión que cumplir –se agacho a levantar su casco–. No eres mi prioridad.

Aquellas palabras.

Aquellas dolorosas palabras.

Aquellas cuatro palabras se clavaron en su alma, tan profundo que después de todo ese tiempo le seguían doliendo.

Habían hecho eco en todo su ser.

Jamás olvidaría como entrego su amor y fue rechazado por el único ser viviente que pudo amarlo si no se hubiese enfrascado en ese cariño por esa maldita IA.

Dirty DealsWhere stories live. Discover now