—Sabes que, si pudiera, lo haría.

No se escucha otra cosa hasta un par de minutos después, alguien azota la puerta de la entrada, así que supongo que se ha marchado. Está enamorada de él.

Nunca he conocido esa clase de amor, ese pensamiento me roba una sonrisa triste, no he conocido ninguna puta clase. Siempre he pensado que las personas que pueden amar son muy afortunadas, pero luego escucho el dolor de Juliet, el de Ushio, el de mi madre por perder a su hija, y no estoy tan segura de que el amor sea algo bueno.

Estoy perdida en mis pensamientos sombríos cuando él entra, noto que camina de un lado a otro, pero estoy muy perdida como para prestar atención. Me abrazo, de pronto me siento desolada, no me gusta lastimar a las personas, al menos sé que Juliet tiene a sus amigos.

Un movimiento me saca del trance, no entiendo en qué momento Willburn se puso de rodillas frente a mí. Me sonríe antes de desabrochar mis tacones, quita la correa que me rodea el tobillo y me saca el primero, hace lo mismo con el otro. Me asombra que imparta un masaje en mis pies.

Frunzo el ceño y me hago hacia atrás.

—¿Qué estás haciendo? —pregunto.

—Quiero que estés cómoda, te lo dije.

La tensión en mis hombros se va.

—¿Quieres jugar?

No entiendo de qué carajos está hablando, me enseña un vasito de color negro y lo agita, en el interior hay dos dados rojos con puntos blancos. ¿Por qué mierda este hombre está pensando en jugar cuando estoy sentada en su puta cama?

—No, quiero morderte —suelto.

Él se carcajea y acaricia la planta de uno de mis pies, manda corrientes deliciosas por todo mi cuerpo.

—Caperucita, quiero que lo hagas, pero no te gustan los planes, así que jugaremos un poco, a ver quién logra desnudar a quién.

Oh, bien, no suena tan mal. No me sorprende que la propuesta levante mi ánimo, soy muy competitiva y definitivamente quiero quitarle la ropa. Entonces entiendo todo, mis párpados se abren con horror cuando descubro su plan.

—¡Me has quitado los zapatos! —exclamo y lo apunto con mi índice—. Eres un tramposo.

—Nunca dije que jugaría limpio. —Alza una ceja de manera graciosa.

Deja mis pies en el suelo y se levanta, veo que se dirige al costado de la cama y se sienta sobre una almohada, su espalda está pegada al respaldo y una de sus piernas está colgando.

Me doy la vuelta y gateo para acercarme, sintiendo cómo su mirada me desnuda y me incendia. ¿Ya he mencionado que me gustan sus ojos? Tal vez es mi parte favorita de su cuerpo, y eso ya es ir demasiado lejos, pues el tipo está buenísimo.

Me siento sobre mis piernas y bajo el vestido para tapar mis muslos.

—No es necesario, muñeca, pronto te lo arrancaré.

Giro los ojos con diversión.

—Creí que...

—¿Qué?

—Que solo lo haríamos y ya. —Siento el sonrojo antes de que llegue a mis mejillas, por fortuna mi maquillaje lo ocultará—. No te ves como el chico que hace estas cosas.

—¿Cómo me veo?

—No sé, como el chico malo que toma todo de ti y te echa de la casa.

—Admito que no me esfuerzo tanto, pero si tomo algo, doy eso y más. —Se encoge de hombros—. Y se van cuando acabamos, no tengo que pedirlo ni soy grosero, ya saben lo que ofrezco y lo que no estoy dispuesto a dar, siempre soy claro con mis deseos, Giselle. Tú no te irás esta noche porque no vives en el barrio, te llevaré en la mañana.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora