Capítulo 28.

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Capítulo 28.

Después de desayunar convencí a Justin de recoger un poco su casa, le costó ceder pero lo hizo. Conecté mi móvil al ordenador para reproducir música, y el ordenador a la tele para que sonara más alto. Puse “Wings” a todo volumen por toda la casa; Justin limpiaba el polvo y yo tenía la escoba en la mano para barrer, comencé a usar la escoba como micrófono y Justin comenzó reír sin parar. Poco después se unió a mis intentos de cantar, dejé la escoba y cogí su mano, comenzó a darme vueltas y cantar conmigo. No podía parar de reír, él tampoco.

Cuando acabó la canción me atrajo a su cuerpo y besó mis labios. Suspiró cerca de mi boca y yo sonreí.

-Vamos a acabar de limpiar, anda.

Me di la vuelta para recoger la escoba del suelo, cuando la tuve en la mano note una palmada en mi culo y su pequeña risa después. Sonreí y me dediqué a barrer mientras sonaba Bruno Mars en la tele.

Ese sábado todo eran risas, todo felicidad, todo besos, caricias, bromas, sentimientos ya reconocidos, aquel sábado tuve la pequeña esperanza de haberme ganado un poquito más de su confianza, un paso a que él pueda desahogarse, a conocerle de verdad, del todo.

Ese día saqué su Play del armario del salón y unos cuantos juegos violentos de esos de matar a gente y puse uno.

-¿Me enseñas a jugar?

-¿Quieres jugar a la play?

-Sí, ¿algún problema?

Me miró y rio divertido.

-Voy a decirle a Ryan que me caso. He encontrado a la mujer de mi vida.

Comencé a reír y besé su mejilla.

-Venga va, ¿me enseñas o no?

-Claro, nena.

Me senté en el sofá cogiendo uno de los mandos, cuando él conectó la play se sentó a mi lado, cogiendo el otro mando. Me acerqué a él y puse mis dos piernas encima de una suya.

-Y esto, ¿cómo va?

Justin soltó una pequeña risa y cogió mi mando, enseñándome qué botón tenía que apretar para cada movimiento. No me costó entenderlo.

-Te voy a ganar, de fijo. No lo intentes Justin.

-¡Já! Hace tiempo que no juego a esto, pero ni lo sueñes.

-¿Qué te apuestas?

-Lo que quieras.

-Ya me lo pienso cuando te gane.

Comenzamos a jugar, él contra mí, yo contra él. Cada vez que él me tenía a tiro, para matarme comenzaba a reír, a gritar y a meter mi mano en sus mandos para que no me dejase fuera de juego.

Como es obvio, él me ganó y yo tiré el mando encima del sofá cruzándome de brazos, frunciendo el ceño y poniendo morros.

-¿Te has enfadado?

-Yo quería ganar.

-Jugamos otra vez y seguro que me ganas.

Le miré y levanté una ceja.

-No vale dejarme ganar, idiota.

-Pero no te enfades, nena.

Se acercó a mí, acariciando mi pierna derecha, encima de la suya izquierda y besó mi cuello.

-Sí, sí me enfado.

-¿Me perdonas?

Le miré, descrucé mis brazos y pasé mi mano derecha por su pelo, despeinándolo.

Confía en mí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora