III.

19.1K 1K 122
                                    

                           III.

—Papá, yo... Lo siento —me disculpé, era lo único que podía hacer teniendo en cuenta que me había pillado de lleno.

—¿Qué lo sientes? —casi gritó pero cerró los ojos como siempre  hacía para tranquilizarse, odiaba perder los nervios—. Reconozco que nunca has tenido el carácter que a mí me habría gustado, tienes una parte rebelde que sale a relucir de vez en cuando pero, ¿esto? Mentirme, escaparte... —dijo mientras su mirada de decepción seguía sobre mí—. ¿Acaso yo te he educado de esta manera?

—¿Qué creías, papá? ¿Qué iba a aguantar toda una vida bajo tus estrictas normas sin desobedecer o mentir? Voy a cumplir diecisiete años y me siento atada a ti, vivimos en una ciudad pequeña y yo solo conozco a Finn porque ni si quiera me permites salir por la noche los fines de semana.

—No quiero que te conviertas en una de esas chicas de tu instituto, quiero que lleves una buena vida cristiana como la llevaba tu madre.

—¿Y qué ocurrió al final? Se cansó, papá, se cansó y se fue.

—Estoy cansado de discutir —sentenció—. Mientras vivas bajo mi techo, obedecerás mis normas, Skylar. Estás castigada sin salir de casa dos meses.

—¿Qué? ¡Eso es casi todo el verano! —reclamé observándole con incredulidad.

—Y estoy siendo generoso. Ahora, a tu cuarto.

—Pero...

—¡A tu cuarto! —Subí las escaleras corriendo y, tras coger el móvil de mi habitación, fui a la buhardilla. Cuando abrí la puerta el ambientador a vainilla llegó a mis fosas nasales, mi madre siempre había adorado ese olor y, teniendo en cuenta que fue ella quién decoró aquella parte de la casa, aquel olor era solo un detalle más que me ayudaba a recordarla. Corrí hacia la enorme ventana y me senté en el poyete que esta tenía mientras marcaba el número de mi mejor amigo.

—Finn... —susurré casi sollozando cuando descolgó el teléfono.

—Um... Finn ahora no está, soy Dallas...¿Virgen? —Escuché al otro lado de la línea y rodé los ojos dispuesta a colgar.—Sky, no cuelgues, por favor. —Le escuché desde el otro lado de línea, quizá notando que cortaría la llamada.

—¿Dónde está Finn? —pregunté sorbiendo por la nariz.

—Está con... ¿Estás llorando?

—McCain, dime donde está Finn y cuando podré hablar con él.

—Seguramente, ahora mismo ya esté follando con Nancy.

—¿Nancy?

—Ya sabes, pelirroja, ojos negros... —describió y la chica de la que había hablado esa mañana se hizo presente en mi mente.

—Ah, vale... Dile que me llame cuando termine, ¿está bien?

—Escucha, soy una mierda con esto de los consejos y demás, pero joder, eres una virgen, estoy seguro que solo por escucharte me habré ganado un jodido sitio a la derecha del todopoderoso —bromeó y, a pesar de estar burlándose de mí, provocó una suave risa.

—Tu sitio será el infierno como sigas molestando a esta virgen.

—He de admitir que ahí no lo pasaría tan mal, digo, siendo rubio y con estos ojitos azules... Hasta Hitler me amaría, ¿crees que Amy Winehouse estará allí abajo? Es caliente.

—Estás enfermo. —Reí ante su comentario.

—Me han dicho cosas peores, virgen, apunta más alto.

Amén.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora