Capíitulo 4: Celopatía

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Delante del espejo del baño, Juvia observaba las marcas rojas de sus brazos que habían dejado el agarre violento de Lyon, todavía podía sentir rastros del punzante dolor y el miedo que la recorrió cuando él la sujetó de esa forma.

Se miró a los ojos a través del reflejo y recordó la mirada del chico de Lamia Scale. Sus iris oscuras fijándose en ella mostrando su frustración, su rechazo, su desesperación. No pudo evitar entenderlo, algo dentro de ella sintió una profunda conexión con el Mago de Hielo. El tipo de vínculo que comparten aquellos que sufren por amor, o eso era lo que ella pensó en ese momento, cuando ver los celos cegadores de Lyon le recordaron los propios.

Frunció el ceño y bajó la mirada al lavado... Imágenes fugaces evocaban innumerables escenas de celos que ella misma protagonizaba alrededor de su amado...

Insultos a Lucy o a cualquier mujer que osara hablar más de dos palabras con Gray, miradas amenazantes, gritos, llantos...

Detrás de todo eso existía un temor profundo, dudas, inseguridades, angustia...
Un sentimiento intenso que traía a cuestas tantas otras emociones negativas y desbordantes, que teñían de oscuridad cualquier escenario que se presentara ante ella. Los celos le hacían ver y oír lo que no existía, la llenaban de pánico asegurándole que estaría sola, que Gray la dejaría abandonada por otra. Aunque entre ellos no había nada, Juvia tenía miedo de perder lo poco que tenía.

Suspiró. Abrió el grifo y dejó correr el agua, el sonido traía algo de calma a su mente alborotada. Se mojó el rostro varias veces, intentando "lavar" los pensamientos perturbadores. El líquido era tan reconfortante como esperaba, el agua siempre lograba hacerle sentir mejor.

Salió del baño, la habitación de sus representaciones la esperaba con la apabullante realidad que le tocaba vivir, encerrada en ese espacio rodeada de la obsesión de Lyon.

Se acercó a una de las repisas y tomó una de las muñecas que tenía el atuendo más nuevo que ella soía usar, el saco blanco y azul con la pollera con ambos tajos hasta la cadera que exponían sus piernas, el pequeño objeto le devolvía una expresión sonriente con corazones en lugar de ojos. Una sonrisa pequeña se dibujó en sus labios y acarició con su pulgar la tela del vestido. No le sorprendió comprobar que el material era de excelente calidad, el chico de cabello blanco no había escatimado en gastos para su colección

— Juvia... — Escuchó la voz de Lyon detrás de la puerta y dejó la muñeca en su lugar. — ¿Puedo pasar? — Le sorprendió oír la voz serena que contrastaba con la furia gutural que había escuchado antes.

— Adelante, Lyon-sama.

El Mago abrió la puerta y entró a la habitación. Juvia se sintió algo nerviosa de estar frente a él otra vez, pero mantuvo la compostura. Lyon se acercó con cautela, evitando su mirada, fijando sus ojos en el suelo...

— Lo siento... — Le dijo una vez estuvo frente a ella. — No debí actuar así, yo no sé... — Se cubrió los ojos con las manos, ahogando sus palabras en el silencio. Su postura reducida a una bola a penas temblorosa que parecía empequeñecerse ante ella. Verlo tan vulnerable la tomó por sorpresa. El hombre que la tenía prisionera, que hace solo un rato antes había desplegado tanta furia, ahora se desarmaba exponiédose débil y frágil. Juvia tomó sus manos y las apartó de su rostro.

— Juvia entiende. — Respondió con sinceridad, dedicándole una sonrisa pequeña, pero comprensiva. Él la miró fijamente, perturbado, sus ojos temblando ahogándose en los suyos.

— ¿Puedes perdonarme?

— Sí, Lyon-sama. Juvia sabe que no quiso lastimarla. — La mirada del mago se posó en las marcas de sus brazos. Acercó una mano a la zona enrojecida y la acarició suavemente con dedos trémulos.

Esto  no es AmorWhere stories live. Discover now