Introducción

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Era un día de verano cuando un misterioso bolígrafo llegó a las manos de Laurel, el bolígrafo de Owen, un compañero de clases. Al principio se mostró reacio por la petición del bolígrafo de la rubia aunque al final de sus suplicas se lo prestó con el fin de terminar los ejercicios.

-¡Yo ya los termine! _ Dijo la rubia mostrando sus ejercicios, no es que fuese una experta en matemáticas aunque algo de soltura en la materia si que tenia.

Noeh le arrebató a la chica de tez blanca los 24 ejercicios que el profesor ya había mandado hace más de diez minutos de un solo zarpazo para así, poder copiar los resultados sin tener que recurrir a sus maniobras del circo del sol.

-Sigo sin entender por que estás aquí si no eres una inepta en la materia... _ Dijo el pelinegro con voz apática.

-Es para no dejar sola a la idiota de mi amiga _ Musitó mientras señalaba a la morena escribiendo como si fuese eso lo ultimo que haría en su vida.

La campana indicando que el infierno entre paredes de verano había terminado, y así también, dejando a un Owen con 11 ejercicios por delante. Ambas amigas recogieron sus útiles tan rápido como pudieron y salieron de la sala sin darle tiempo a Owen a reclamar su preciado bolígrafo negro.

La hora marcada de salida era las 14:00, cada día a esa hora todo el mundo festejaba ese sonido, pero el griterío de felicidad que se escuchaba por los pasillos podía hacer entender a un sordo que el final del instituto había llegado y que después de ese día no tendrían que volver hasta después de Septiembre.

Las jóvenes de teces blancas que acaban de salir de la clase de matemáticas mandando a todo el mundo a barrer por si acaso no les gustaba irse a tomar por culo, festejaban con una alegría casi palpable mientras recorrían el camino en dirección a la nevera de la rubia.

El manual del pendejismoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora