Capítulo 37. «La vida de un elfo no es un lecho de rosas»

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—Despierta, dulce princesa, estamos por llegar.

Amaris abrió los ojos, saliendo del sueño profundo en el que estaba y sintiendo que todos aquellos días de malos descansos caían sobre ella.

Zedric la miraba fijamente a pies de sus aposentos, analizando cada uno de sus movimientos. La oscuridad no colindaba con él, que parecía brillar con luz propia.

—No confío mucho en esa princesa —fue lo primero que dijo ella, ahogando un bostezo—. Pero creo que nos irá bien allá. Si aquella isla es tan bella como la que proyectó...

Zedric se acercó más a ella. Olía a mar, una mala señal que quería decir que tampoco había dormido mucho. La abrazó, ambos se recargaron en la cómoda de los aposentos con lentitud, disfrutando lo que quedaba de tiempo libre.

—Nos irá bien, sí —dijo Zedric, su aliento cerca de la oreja de Amaris y cortando su respiración—. Tal vez sea un poco prepotente, engañosa y oportunista, pero sabe lo que quiere y eso está a nuestro favor.

—Y eso me relaja como no tienes idea —habló ella en tono divertido.

—Me gusta estar así contigo —murmuró Zedric con lentitud, para que sonara tranquilo y no demasiado abrumador para Amaris— Me haces olvidar todo lo que viene, iluminas mi vida.

Amaris tragó hondo. Aquello era lo único que no le gustaba de pasar el tiempo con Zedric por las noches. Se necesitaban el uno al otro, daban consuelo, hablaban hasta que uno de los dos quedaban dormidos, pero, cuando él se ponía sentimental, las cosas se volvían demasiado serias, tanto como para que ella se sintiera, más que nada, abrumada y culpable.

Pensaba en Ranik, volvía sus pensamientos a él en aquella noche, la forma apasionada en que...

Se detuvo de pensar en aquello. Ya de por sí la primera noche que él llegó a visitarla tuvo que lidiar con eso, explicarle a Zedric, y...

Los pensamientos la llevaron de vuelta ahí. Pronto, ella ya no controlaba su cuerpo, sino que su mente la dominó, como cada vez que por error volvía a vislumbrar el pasado.

🌙🌙🌙

Amaris despertó cuando escuchó dos toques en la puerta. Abrió y vió frente a ella a Zedric, que aunque parecía bien físicamente,  no parecía estarlo en realidad.

—Me siento solo —dijo—. Busqué a Nathan, pero él estaba...

—Con Piperina, me imagino —completó ella—. No se separan hasta altas horas de la noche desde que se reencontraron.

—Tú eres la siguiente persona en la que confío, por eso estoy aquí.

Amaris suspiró. Quería dormir, buscar a Ranik en sus sueños para convencerse de que las cosas no podían ir tan mal como lo imaginaba tratándose de él, que estaba seguro.

—No sé si yo pueda confiar en tí —dijo, lo primero que pudo formular. Sus sentidos estaban adormilados, no podía...

Algo en aquella visión era distinto. De repente notó una especie de consciencia más allá de ella, que estaba metida en el todo.

Pudo sentir a Zedric, y la forma en que su mente estaba expandida hasta un punto tan impresionante que cortaba la respiración.

Y pudo ver la necesidad que sentía por ella, al punto de leerla sólo con verla, de leer...

Lo supo desde el principio, lo de Ranik. Pudo ver lo que había pasado entre los dos, aquél beso en el que ella no dejaba de pensar.

Pero Zedric no reaccionó. Aquello no pareció sorprenderle, porque la entendía. En cambio, buscó su confianza, diciendo:

Ecos de sol.Where stories live. Discover now