*

94 9 81
                                    

En la secundaria aprendí que el corazón late normalmente entre sesenta y cien veces por minuto estando en reposo. El mío, en cambio, debe estar triplicando aquella cifra en este instante.

Las paredes son blancas. Un tanto amarillentas, obra del tiempo, me imagino. Hay mucho ruido. Oigo voces por todos lados, sumándose a éste el eco de las sofocantes paredes carentes de ventanas. Sin embargo, puedo asegurar que el sonido de mi corazón luchando en mi pecho es audible a varios metros de mi ubicación en una de las incómodas sillas de plástico del pasillo del hospital.

Mis músculos duelen de tanto golpear las baldosas del suelo con los pies, y el sudor se apodera de mi cabeza tal como sólo pocos minutos atrás, cuando aún nos encontrábamos sobre el escenario frente a diez mil personas y al tope de adrenalina.

Me sigo preguntando qué salió mal. Por qué salió mal. Todo iba bien. Ray luciéndose con sus solos, Mikey comenzando a tomar confianza, Bob al borde de romper la batería, y Gerard... Gerard era... Gerard.

No era secreto que el azabache no estaba pasando por un momento fácil. La reciente pérdida de su abuela lo perseguía a todas partes, la poco agradable despedida con su mejor amigo Bert, y el estrés de una gira encima no combinaban de forma nada positiva con su "problemita", pero Gee es fuerte. Él jamás se haría algo así de grave a propósito. No sería capaz de hacernos esto. De hacerme esto. Yo lo sé.

-Hey, Frank. Te traje agua.

Levanto la borrosa mirada hasta llegar al par de ojos pardos de Mikey, bajista de nuestra banda y también hermano menor de Gerard. Puedo notar que estuvo llorando aún debajo de aquel par de gruesas gafas. Su voz suena gangosa y débil, y su nariz luce un tono rojizo más notorio que de costumbre. Recibo la botella de agua de parte del castaño y con un gesto facial lo invito a sentarse junto a mí. Él acata aquello, y, en un par de segundos, su trasero se encuentra igual de incómodo que el mío.

-¿Sabes... Sabes qué ocurrió? -pregunto, no muy seguro de querer saber la respuesta. En parte, porque probablemente ya la sabía. Mi voz tiembla más de lo que me gustaría, y aclaro mi voz para, de algún modo, arreglarlo.

Michael suspira. Ya estaba completamente seguro de que era eso, pero aún mantenía un poco de esperanza de que hubiese sido cualquier otra cosa.

-Sobredosis -pronuncia aquellas horribles cuatro sílabas que indican para mi muy mala suerte que estaba en lo correcto-. Cocaína.

Tomo un sorbo de agua. Mi mano tiembla de forma levemente más violenta. Mierda, me siento del asco.

-Mikey -llamo su atención luego de no oír su voz por unos segundos.

-¿Sí?

A juzgar por el hilo de voz que había salido de su boca para contestar, hubiese sido demasiado estúpido preguntarle si estaba bien. Extiendo uno de mis brazos y lo atraigo hacia mí para darle un abrazo. Él corresponde inmediatamente, y se esconde en mi hombro para ahogar todas las lágrimas que se había estado guardando. Yo acaricio su espalda de una forma que creo reconfortante, y le murmuro que todo estará bien.

Me odio un poco por aquello. Me rehúso a creer que no es así, pero igualmente me siento como un mentiroso. Gerard estará bien, Frank. No te atrevas a pensar lo contrario.

Nos quedamos así unos minutos hasta que Ray llega con la señora Way, madre de Gerard y Mikey. Éste último corre a sus brazos y ambos lloran en el feo pasillo que no merece ser el último lugar en vida de tantas personas. La señora Way vuelve a repetir lo que hace minutos dije también yo: "todo estará bien". Los veo hablando con el mismo doctor que hace rato recibió a Gerard mientras estaba catatónico. No logro oír la conversación, pero la reacción de los Way lo dice todo: es peor de lo que creí.

lie another day ; frerard osDonde viven las historias. Descúbrelo ahora