capítulo treinta

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En las dos últimas semanas, muy pocas veces nos separamos ni tampoco tenemos alguna intensión de hacerlo. Nuestra convivencia es necesaria porque cuando pactamos estar solo tres días separados, solo duramos uno porque hasta siento que es más fuerte que nosotros, no puedo estar en mi casa o lejos de ella sabiendo que el tiempo corre para dejar de tenerla a un par de kilómetros de mi. Igualmente, no es que nos la pasamos encerrados, disfrutamos del tiempo a solas pero también con nuestra familia y amigos, a pesar que no siempre encajemos en la vida del otro.

Llegó el viernes y Eze me consiguió una presentación en mi ya querido Círculo 104, es muy raro subirme solo, que ella no esté al lado mío, va, lo está para acompañarme, pero no arriba del escenario ya que por contrato que firmó le especifica que les pertenece. No puede presentarse en lugares que ellos no hayan arreglado, están tan interesados en ella que incluso me contó que solo le dieron dos meses para ultimar detalles porque si de esta gente dependiera, mi novia ya no estaría viviendo en Argentina.

Es muy difícil dejar de lado la situación, más allá que la pasamos muy bien juntos y tratamos de no tocar el tema, sé que cuando nos quedamos callados en la oscuridad, no hacemos otra cosa que pensar en eso, también me doy cuenta porque el silencio conlleva a que alguno de los dos termine ahogado en lágrimas para que el otro lo siga. Todo siempre concluye en abrazos y besos reconfortantes que cesan todo el dolor. 

El problema es que en un mes, ella no va a estar acá para asegurarme que todo va a salir bien.

No puedo dejar de mirar al costado de las escaleras, donde está mi novia cantando, bailando y saltando como si fuera una fan mía. Ustedes saben que el fanático acá soy yo y me encanta mirarla en cualquier faceta que tenga, sus movimientos me vuelven loco. No sé qué tan buen cantante soy y mucho menos si llego a transmitir todo lo que siento con cada palabra que sale de mi boca, pero con ella sé que lo logro y eso me tiene satisfecho.

—¡Bue! Tampoco para que pongas esa cara...

Miré desafiante a Luca. Estamos en su casa comiendo unas pizzas, se supone que una sesión de torneo de Fifa nos espera, pero como va la mano, planeo irme en diez minutos. Están contando como obligaron a Iván, sumamente alcoholizado, a chaparse a una piba en el boliche de Mar del Plata, cuando se fueron de vacaciones. No solo el pelotudo los defiende diciéndoles que no lo hicieron con mala intensión, sino que cortó con Gianella por llamarla loca y paranoica cuando se enteró, no por él, que la había hecho cornuda. Ni siquiera sé por donde empezar a enumerar del porqué tengo mi expresión en jaque. 

—Y si este es un boludo, está más enganchado con la otra mina que no lo haría cornudo nunca —se rió Genaro. Mi mirada pasó a él.

—Lo peor es que ella seguro lo hizo, si es re perra —dijo Luca en un murmuro. El primer impulso que tuve fue levantarme de golpe, corrí la silla con tanta fuerza que se cayó, tampoco me importa porque no la pienso levantar y menos retractarme. Cerré mis puños.

—¡¿Qué decís pelotudo?!

—¡Ah, ustedes son una mierda! —gritó Joaco también levantándose. 

—No saltes estúpido, porque vos no te quedas atrás —le dijo Genaro. Literalmente se nos están riendo en la cara, no están tomando nuestro enojo en serio y solo me dan ganas de borrarles esa sonrisa de mierda que tienen con una piña.

—Para estar de novio y cagar a la mina, ni siquiera me pongo con alguien —mascullé. Me di vuelta para enfrentar a Iván, el pobre estúpido que no deja de seguir a estos imbéciles a todos lados ¡No quieren su felicidad! No les importa nadie más que ellos mismos, ni siquiera el otro porque estoy seguro que si tienen la oportunidad de cagarse, lo van a hacer. Tragó en seco cuando sintió me mirada— ¡Sos un pelotudo! Ojalá ella se de cuenta de eso.

Entre versos y otros prejuicios | Primer ParteDove le storie prendono vita. Scoprilo ora