𝙛𝙞𝙛𝙩𝙚𝙚𝙣; kill or die.

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— Bien, Steve. Te tengo una pregunta que no tienes que responder. Aunque, si no la respondes, la respondería igual...

— ¿Que? —interrumpió Steve el balbuceo de Natasha.

— ¿Maia fue tu primer beso desde 1945?.

Steve se movió en el asiento algo incómodo— ¿fue malo? —le preguntó a Maia.

La mujer lo miró sorprendida—hey, no me metas a mi. Yo no fui quien te hizo la pregunta incómoda.

— Solo quería saber cuanta práctica tenías —Natasha se apoyó en el asiento de adelante para miralo mejor.

— No necesitas practica —se defendió el hombre.

— Todo el mundo la necesita.

— No fue mi primer beso desde 1945. Tengo noventa y cinco años, no estoy muerto.

Maia sonrió— eres todo un jugador, Rogers. ¿Quien iba esperar eso de ti con tu cara toda inocentona?.

— ¿No encontraste a nadie especial antes? —Steve soltó una corta risa sin gracia.

— Lo creas o no, es difícil encontrar a alguien con una historia similar.

— Está bien, siempre puedes inventar algo —Maia se metió en la conversación.

— ¿Como tú? —preguntó Steve.

— No lo sé —Maia dudo en contarles una parte sensible, más bien humillante, de su vida amorosa.

— La verdad depende de la circunstancias. No es lo mismo para todo el mundo todo el tiempo —Natasha miró a la rubia, entendiendo su punto de vista —. Y nadie lo es tampoco.

— Es una modo difícil de vivir —opinó Steve.

— También es un buen modo de no morir —murmuró Maia.

— Sabes, es difícil confiar en alguien que no sabes quien es realmente.

Maia observó al soldado. ¿Era una clase de indirecta?. Sacó esa duda de su cabeza, él le había dicho que confiaba en ella— a veces debes mentir para proteger a la gente que quieres. Aunque eso cueste mucho.

Romanoff la observó. Se había dado cuenta de que hablaba de una persona en especial— ¿quién fue?.

— Natasha —advirtió Steve. No sería un buen momento para molestar a la rubia, después de todo lo que había contado.

— Está bien —accedió la mujer —. Fue mi ex prometido.

Maia no esperó ninguna mueca de sorpresa de ambos. Sabía que habían leído su registro, eso significaba su vida, sin embargo, no esperó que Steve se removiera incómodo en su asiento. Lo dejó pasar.

— ¿Murió?.

— Natasha —regañó el capitán nuevamente al oír lo directa que fue la mujer de pelo naranja con un tema que podía ser delicado.

La rubia soltó un corta risa ante lo directa que había sido—no, no murió. Pero ojalá lo hubiese hecho.

— ¿Te engañó?.

— Si. No de la manera que piensan —se apresuró a decir —. Me hizo pensar que era otra persona.

— ¿Tu no hiciste lo mismo? —se atrevió a preguntar Steve.

— Si. Pero ambos lo hicimos por razones completamente diferentes —explicó la rubia —. Yo lo amaba, él me tenía como una misión más.

— ¿Que le hiciste?.

𝐌𝐀𝐈𝐀 ━ steve rogers.¹Where stories live. Discover now