Capítulo 9. Identidad.

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Me busqué durante días. Repasé los alrededores recogiendo piezas que habían quedado regadas. Aún estoy en ello. Logré juntar a los órganos más importantes, de esa forma me aseguraba que el cuerpo funcionara, pero hay otros que no he podido completar. En este desorden es imposible cumplir con esa tarea.

Me rendí, no te lo niego. Muchas veces lo hice. Pero a los días me hallaba hurgando por los rincones más recónditos en busca de otras piezas que pudieran completar el puzle.

Tú regresaste porque ya habías logrado esa misión. Te remedaste, por eso sigues en pie, tan seguro y determinado. Sin embargo, aún puedo verte fraccionado, solo unido por un débil pegamento que deja a la vista grietas gruesas, de bordes irregulares. Un nuevo golpe te haría añicos.

Acaricié tus heridas, pasé mi lengua por ellas impregnándolas con mi saliva, que es como un gel cicatrizante. Te sequé las lágrimas de dolor y pena, por días, logrando que tu respiración se acompasara y recobraras la calma.

Te besé, respondiendo a tus ansias. Dejé que tu lengua se hundiera en mí recibiéndola con placer, enlazándola a la mía en un baile interminable que solo detenían los gemidos. Nos amamos, casi con la misma locura, dejando encendida en las noches la hoguera que tronaba en nuestras entrañas.

Te curé. Te fortalecí. Te llené de energía. Pero aún sigo tumbada sobre la lona. Mis piezas se desarman, fragmentándose aún más, perdiendo su esencia.

No me falles, otra vez... (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora