II. Un plan

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Algunos días pasaron desde que Ash había podido sobrevivir de aquella apuñalada, pero lo sentía ya como meses. El joven lince no sabía cómo mantenerse quieto, él quería encargarse de las cosas como normalmente hacía. Por su cuenta.

Max lo había convencido (después de muchos intentos) de que dejara que algunos días pasaran sin contactar a nadie, para que así comenzaran a correr los rumores de su paradero, y todos se preocuparan.

El adulto se había encargado de salir de vez en cuando a recopilar toda la información que pudiera, y descubrió que los chinos no sufrían la muerte de Lao, simplemente les hacía creer que tenía que ver con la desaparición de Ash, pero absolutamente nadie pensaba que el hermano de Sing pudiera matar al lince.

Ese día, Alex, Kong y Bones habían llegado al escondite por orden de Max, y este último había sido demasiado enfático en el hecho de que no debían decirle a nadie.

Aslan planeaba usar este momento para explicarles el plan, pero sabía que antes tendría que lidiar con las preguntas...

—¡Jefe!— gritó primero Alex —. No supimos nada de usted en dos semanas.

—¡Es cierto! Han pasado demasiadas cosas— agregó Kong.

—¡Tiene que regresar! Hemos tenido problemas, parece que los franceses no se han ido.

El estrés de Ash se hizo presente de nuevo, y comenzó a masajearse las sienes. Aunque Bones solo parecía preocupado por una cosa.

—¡No apareció por ninguna parte para despedir a Eiji!

Ash suspiró con impaciencia. Se recostó sobre la pared con sus brazos cruzados, y en seguida se quitó el cabello de los ojos.

—Eso no importa ahora. Necesito que me ayuden con algo...

—¿Qué es?— preguntó Kong, con su semblante de siempre.

—Necesito ser hombre muerto... de nuevo.

Alex parpadeó un par de veces, intentando comprender la situación.

—¿A qué se refiere?

Ash contó todo lo qué pasó ese día: el ataque de Lao, su decisión de morir en la biblioteca, cómo despertó horas después y llamó a Max.

—¿Por qué no nos llamó a nosotros? Pudimos ayudar— protestó Kong, claramente preocupado. No podía imaginar al jefe muriendo sin que nadie estuviera cerca para ayudarlo.

—Estuve pensándolo, y jamás podré estar en paz. Tengo demasiados enemigos— los cuatro hombres pudieron notar un atisbo de tristeza en los ojos de Ash. Algo que pasaba de vez en cuando —. Necesito que nadie sepa que estoy vivo, quiero vivir...

Todos sintieron cómo el corazón se les estrujaba. Entendían cómo se sentía el jefe.

—Creí que todo lo que había pasado era como una segunda oportunidad para mi. Entendí qué es lo que quiero. Ya no quiero tomar una pistola día tras día para sobrevivir— miró hacia la ventana, y cientos de recuerdos cruzaron su mente —. Quiero ser libre, y sé cómo hacerlo...

Nadie tuvo que decir nada, todos comprendieron enseguida. Sabían que el jefe quería una nueva vida con cierta persona.

—Por eso los llamé a ustedes ahora— agregó Aslan, después giró la cabeza y un pequeño rubor se asomó por sus blancas mejillas —. Necesito que mis hombres de confianza me ayuden.

Max sonrió, y se sintió orgulloso de que el chico pudiera comenzar a pensar que un final feliz para él era posible. Mientras, dos de los hombres estaban atónitos ante la declaración, pero Bones soltó lágrimas de felicidad y abrazó a Ash efusivamente.

—¡Jefe!

—¡Quítate, idiota! —gritó el jefe, enojado pero aún más sonrojado.

—Y bien— intervino Alex —, ¿Qué nos toca hacer a nosotros?

Ash mostró una media sonrisa, y comenzó a relatar su plan.

Dos meses pasaron después de la reunión, y todo iba de maravilla.

Kong, Bones y Alex, contaron la terrible noticia con ojos llorosos al resto del grupo: Max Lobo había encontrado el cuerpo de Ash violado y asesinado en una de las calles más bajas de Nueva York, y lo había enterrado junto a su difunta madre.

El lince quería irse de esa manera. Quería que todos en esa ciudad lo recordaran como lo que él siempre se sintió: un hombre abusado y sin vida. Y esto lo deseaba porque al fin le diría adiós a su pasado.

Ahora, Ash miraría hacia adelante. Nadie más que él decidiría su futuro, tal y como Eiji alguna vez le dijo.

De hecho, el joven estaba cada día más feliz, sentía como cada vez más presión de iba de sus hombros. Hasta Max llegaba a notar de vez en cuando una sonrisa en los labios de Aslan sin razón aparente.

Lobo sabía lo que haría el lince una vez se viera completamente borrado del mapa: iría a comprar el boleto más cercano para Japón y buscaría a Eiji, y no podía estar más contento por el chico.

—Te compré esto— anunció Max un día cuando llegaba de hacer las compras.

—¿Qué es ahora, anciano?— gritó el joven desde la habitación.

—¡Deja de ser tan cruel! No tengo ni la edad para ser tu papá...

—Sí, sí.

El adulto suspiró rindiéndose.

—Ten, estúpido niño.

Ash tomó el libro que el viejo le ofrecía y leyó el título.

Japonés para principiantes.

Lobo esperó la reacción de Ash con impaciencia. Había comprado el regalo deseando que le gustara.

Aslan levantó la cabeza y lo miró con algo que primero no pudo descifrar.

—Viejo...

El chico lo abrazó, sorprendiéndolo más que nunca, pero antes de que este pudiera preguntar, sintió como su camisa se humedecía... Ash estaba llorando.

Después de eso, nadie volvió a mencionar el tema, pero todo quedaba claro cuando Max lo sorprendía leyendo y repitiendo palabras por lo bajo. Eso lo hacía sonreír con amor.

Al cabo de esos dos meses, la noticia llegó a oídos de todos los que alguna vez tuvieron contacto con Ash. La mafia china y Yut Lung estaban al tanto, Sing, Blanca, Cain, Jessica, Ibe... hasta el mismo Eiji.

Así, el lince planeaba su huida, pero del otro lado del mundo, un japonés sentía como su corazón se desgarraba...

Sé que tanto este capítulo como el pasado son algo cortos, pero prometo mejorar.

TAMBIÉN, si estás leyendo esto y tu nombre de usuario es @Male_91 o @dani_avellana, quiero que sepas que eres genial:'v ¡gracias por votar en el capítulo anterior!

¡Muchas gracias por leer!

Segundo Amanecer [Banana Fish]Where stories live. Discover now