Capítulo 7. Ámame.

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Soy débil. Eso ya lo sabes. Débil a tus labios, a tu piel y a tu risa. Débil a esos sonidos roncos que emites cuando me haces el amor. Cuando te excitas.

Amo escuchar junto a mi oreja el rasgueo de tus gemidos, sentir correr sobre mi cuerpo las gotas de sudor que se desprenden del calor generado entre nosotros. Nos volvemos llamas. Inmensas lengüetas de fuego entrelazadas entre sí danzando a quererse. ¡Somos tan perfectos cuando estamos sobre la cama!

Nuestras mentes se funden en la avalancha de placer que creamos, reseteándose, olvidando todo lo absurdo del pasado hasta limpiarnos las malas emociones. Todo es deseo y deleite. Es una dicha plena mientras estoy envuelta entre tus brazos vuelta melaza. Tan dulce y suave.

Gritas mi nombre, al tiempo que suplicas que no termine. Y yo olvido. Sonrío y olvido.

Te hundes dentro, duro e intenso, y yo me trago toda esa ansia que habías tenido reprimida. La retengo en mi vientre, alimentando a las mariposas que habían enfermado de tristeza y abandono, haciéndolas aletear de nuevo.

Es fácil estar juntos, unidos, devorando con gozo las lágrimas del otro. Difícil es salir, separarse, abrir los ojos a la realidad. Esa que busca alzar altos muros a nuestro alrededor cubriéndolos con mala hiedra.

No me sueltes. Aún no. Déjame disfrutar esta noche del placer de tu hambre. Sáciate con todo el amor que llevo acumulado en mis entrañas, que se desborda y gotea para ti.

Aliméntate. Rejuvenece conmigo. Seamos una vez más amantes, antes de que la luna se quede dormida.

No me falles, otra vez... (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora