Él no lo haría y yo tendría que seguir adelante de una vez por todas. La simple idea me dejaba descorazonado.

Vi sus mensajes.

«¿Entraste?»

«Espero que estén bien»

«Descansa, Dotori»

Dejé el móvil sobre la cama y salí a fumar al balcón. El sol quemó un lado de mi rostro, el aire frío de la mañana con el calor del sol era una combinación agradable, pero la sombra llegó y no me gustó.

Fue imposible no pensar en la correlación. Mi vida siempre había sido de esa manera, uno espera un rato, unos minutos a que el sol vuelva, pero cuando no lo hace, te vas del lugar sabiendo que ya no puedes esperar más.

Jaemin en sí mismo me hacía sentir de esa manera.

Sin él estar bajo el sol era un enorme sin sentido.

Incluso de pequeños, cuando él me seguía a todos lados o cuando se escondía detrás mío ante un desconocido, me sentía feliz. Él me necesitaba y eso era agradable. Pero cuando se enojaba y no quería hablarme, cuando yo hacía un nuevo amigo y él me evitaba, la alegría se iba y la sombra llegaba.

Sucedió lo mismo cuando di mi primer beso, cuando tuve mi primera novia, mi segunda, mi tercera... cuando mamá murió, cuando odié a mi padre. Siempre pensé en Jaemin, a quien tenía conmigo, así que estaba bien, aunque él se alejase y me odiase, yo estaba bien tan solo con poder tener unos pocos rayos del sol.

Ya no era lo mismo.

Ahora que había crecido y el mundo parecía enorme, la distancia entre nosotros era insufrible.

Y la sombra se había hecho mucho más grande.

Nunca fue solo un amigo, un hermano, una pareja... él era tan solo Jaemin en mi vida y formaba parte de mí, tenía su propia sección en mi cabeza. Y se hizo más grande con los años.

Enamorarme de él había sido algo que sucedió y pudo no haber sucedido. No importaba si lo hubiese mirado menos como a un amante y más como a un amigo o un hermano, Jaemin seguiría siendo el sol.

Y nunca lo he soltado, ahora que tengo que hacerlo, no sé cómo lograrlo.

Respiré pesado, alejando esa fea sensación de mi pecho. Canela ladró, sus pequeñas patitas saltando para llamar mi atención.

—¿Qué sucede, quieres jugar?

Sonreí y el cachorro movió la cola, de pronto el timbre sonó y mi atención fue hacia la puerta.

Mis palmas sudaron, Canela me siguió por detrás con sus patitas haciendo ruido en el piso. Tomé el pomo de la puerta, respirando hondo, siquiera pensé en mirar por la mirilla, simplemente...

El cachorro ladró, yo apreté el picaporte.

—Hola— el chico frente a mí se balanceó sobre las puntas de sus pies—, ¿te sientes mejor?

Asentí, dejándole pasar.

Doyoung se adentró acariciando mi cabeza como a un niño y dejó su mochila en el sofá antes de tomar a Canela en sus brazos y hablarle como si mi perro fuese un bebé.

Red - NominWhere stories live. Discover now