Capítulo 24

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2 de febrero de 2015

La luna se posaba allí arriba e iluminaba la pequeña habitación donde dormía Alba. Sus respiraciones eran pesadas y su mano estaba posada sobre su barriga de 9 meses, protegiéndola.

Alba no estaba sola. Su hermana pequeña, Marina, estaba sentada sobre un gran sillón, observando con cautela y contando las respiraciones que daba Alba.

–Treinta –susurraba–, treinta y uno, treinta y dos...

–¡Me estás poniendo muy nerviosa! –Oyó de repente, asustándose levemente y deteniendo la cuenta–. ¿Cuánto tiempo piensas pasarte así?

–Vete –contestó, reanudando su cuenta–. Treinta y tres, treinta y cuatro...

–¡Basta! ¡Basta! –los gritos retumbaron en la cabeza de Marina, intimidándole–. ¡Eres una imbécil!

–¡Callaos! –gritó, levantándose del sillón y dando golpes al aire, como si estuviera en una pelea de boxeo.

–¿Marina? –Alba se sentó sobre la cama, llevándose la mano a la cabeza y gruñendo por la interrupción de su sueño–. ¿Qué haces, cariño?

Marina se enderezó como un soldadito y miró con lágrimas en los ojos a su hermana mayor. Alba se inquietó al verla así y alargó sus brazos, pidiendo que se acercara a ella.

–Ey, ¿por qué lloras? –le preguntó.

–Porque te quiero y me alegra que estés aquí, conmigo –se acomodó en los cálidos abrazos de Alba, cerrando los ojos–. Son lágrimas de felicidad.

–¿Segura?

–Alba, hay personas que me están haciendo daño –confesó Marina sin querer, llevándose las manos a la boca.

–¿Qué? ¿Quiénes? –preguntó Alba, enmarañada por lo que acababa de expresar su hermana.

Se acomodó en su sitio, sin soltar a Marina.

–¿Ha sido Enric? –probó.

Marina se quitó las manos de la boca, para poder responder, pero se quedó en silencio cuando sus ojos observaron una sombra horripilante en la esquina de la habitación. Volvió a cerrar los ojos y sollozó, teniendo miedo.

–Estoy contigo, no va pasar nada, te lo prometo.

——

Alba se levantó de un grito, respirando con dificultad y buscando por todos lados a su hermana, sin éxito alguno.

–¡Marina! ¡Marina! –bramaba en aquel cuarto de hospital, mientras la ira la descolocaba violentamente.

–Alba, eh, Alba –Natalia se posicionó a su lado, calmando los gritos y la desesperación de la rubia–. Alba, cálmate, por favor.

Natalia estaba completamente preocupada, nunca había visto de esa manera a Alba, ni siquiera cuando sucedió lo de Eric.

–Alba, soy yo... Natalia –dijo, acariciando el blanquecino rostro de Alba, buscando que ésta la mirara–. Marina no está aquí.

Los fuertes sollozos de Alba fueron calmándose, poco a poco, mientras Natalia le repetía que Marina no se encontraba allí, con ellas.

Volverte a ver - AlbaliaWhere stories live. Discover now