Capítulo 13

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Julia se sorprendió al entrar al restaurante, nunca había estado en un sitio tan elegante y refinado como ese. Tomó asiento frente a Natalia, observando cada detalle de aquel sitio.

–¿Te gusta? –preguntó Natalia, sabiendo la respuesta.

–Morena, este lugar es precioso.

–Como tú.

Julia se sonrojó, encantada por lo perfecta que era Natalia.

–Tú si sabes como tratar a las mujeres –alagó la castaña.

Natalia se limitó a sonreír y empezó a revisar la carta. Se encontraba considerablemente irritada, pero no quería hacérselo saber a Julia, quién parecía muy ilusionada por la "cita".

–Buenas noches damas, ¿qué puedo servirles?

–Un Ravioli de Ricotta ahumada.

–¿Y para usted? –preguntó, dirigiéndose a Julia.

–Lasaña de pato, por favor.

–¿Y para beber?

Julia miró a Natalia desorientada, sin saber que decir. No estaba acostumbrada a bebidas tan caras. Si fuera por ella, una fanta de naranja estaría bien.

–El más caro que tengáis –pidió Natalia–. Hoy es una velada importante.

–A la orden –dijo el camarero y se marchó.

Natalia miró a Julia, admirando su rostro. Julia era verdaderamente preciosa, tenía un cuerpo modelado, unos rizos preciosos, y una mirada tierna pero sensual a su vez, de aquellas que podían derretirte con un pestañeo.

–¿Tengo algo en la cara? –Julia se sentía intimidada, tenía a una de las caras más ricas y bellas frente suyo y no sabía como actuar.

Natalia rió, deseando que fuera otra persona la que hubiese hecho esa pregunta.

–Solo te contemplo.

La cena transcurrió tranquila. Degustaban los platos del lugar mientras hablaban de ellas, conociéndose poco a poco. Natalia descubrió en Julia, un ser admirable y honesto, la cuál tenía muy claro su futuro. Pudo entender, además, que no se iba con rodeos, ella quería las cosas claras, sin tantas vueltas. Se sintió mal por haberla hecho venir, sabiendo que ella solo tenía claro una cosa: su amor hacia Alba.

Natalia reía por la ingeniosidad de Julia, cuando su teléfono empezó a vibrar en su bolsillo. No quiso darle importancia ya que estaba disfrutando de su cena con la gaditana, pero la persona que llamaba no paraba de insistir. Natalia sacó el móvil con la intención de apagarlo. Sin embargo, se llevó una sorpresa cuando vio el nombre de Alba iluminándose en la pantalla.

Quizo ignorar la llamada, pero fue absurdo. Se disculpó con Julia y salió fuera del restaurante, a contestar.

–Buenas noches, señorita –habló alguien con voz gruesa–. Soy el doctor Manuel. ¿Es usted Natalia Lacunza?

–¿Qué hace usted con el teléfono de Alba?

–Llamo desde el hospital, Alba ha sufrido una agresión y se encuentra aquí.

A Natalia le cambió el semblante, imaginándose lo peor.

–¿En qué hospital se encuentra?

El doctor le dijo la dirección y Natalia ingresó al establecimiento corriendo. Al llegar a su mesa, se puso la chaqueta con prisas. Julia la miró interrogante, sin entender.

–Julia, tengo que marcharme. Me ha surgido un problema.

Sacó dinero y lo dejó sobre la mesa, esperando que con eso alcanzara.

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