Capitulo 12: Ana Maria no esta

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Me quede solo desde que Ana María se fue y la verdad es que la prefiero a ella que a la enfermera coqueta que no deja de mandarme guiños cada que entra a checar mis signos vitales, esas mujeres me dan asco ¿Acaso no pueden valorarse más?

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Me quede solo desde que Ana María se fue y la verdad es que la prefiero a ella que a la enfermera coqueta que no deja de mandarme guiños cada que entra a checar mis signos vitales, esas mujeres me dan asco ¿Acaso no pueden valorarse más?

Después de estar un par de horas a merced de las enfermeras, las cuales cuchicheaban sobre mi, pude salir y sentirme libre al respirar aire fresco.

—Hermanito —Esto no puede ser ¿es enserio?—¿Ya te han liberado?

—¿Qué haces aquí, Alexander?

—Me avisaron que estabas en el hospital y como buen hermano que soy, vine por ti ¿y Ana?

—La corrí, ser cordial solo aplicaba en el restaurante.

—A ti no te entran los modales ni a palos ¿por qué has acabado aquí?

—¿No te han dicho toda la información, capitán Salvatore?

—Estaba con Juliette, no puse mucha atención ¿me vas a responder?

—Estábamos comiendo menudencias de caballo o algo así y resulta que el platillo tenía nueces y pues ya sabes.

—Curioso, primero le pasa a madre y después a ti ¿no será el karma, querido hermano?

Le saqué la lengua y seguí caminando, ignorándolo.

—Eres un niño Rodrigo —negó— Así jamás conseguirás que Ana te quiera —Eso despertó algo en mi.

—¿Y quién dijo que yo quiero eso? Por mi que se vaya...

—¡Lenguaje!

—¡Joder contigo! Ya mejor vamos a casa o mejor dicho acompáñame a casa y luego vete a la tuya.

—Creí que ya no eras un crío.

—Entonces has lo que quieras —Volteo a verlo y me doy cuenta que ya no me sigue, perfecto.

Creo que iré a tomarme unos tragos, vaya que lo necesito.

(...)

De acuerdo, puede que irme a tomar como loco no fuera la mejor idea, me duele la cabeza horrores.

—Joven Rodrigo —la suave voz de nana me aturde y fue mucho peor cuando escuché el grito de mi madre.

—¡Rodrigo! —¡Dios! Que dolor.

—Joder con usted madre ¿no puede dejar de gritar? —le dije con los ojos cerrados, solo pude sentir el golpe en la nuca— ¡Madre!

—Más respeto, Eugenia, déjanos solos por favor —Esto me huele mal, ah no, creo que soy yo.

—Con permiso, señora, niño Rodrigo.

Una vez que nana se fue, mamá se sentó en la cama y acarició mi cabello.

—¿Cómo te fue? Ayer no pude enterarme porque tuve una cena, en la cual también estaban tus suegros.

—Todo estuvo perfecto —mentí— Deje a Ana en casa y de ahí me vine para acá.

Ella me vio suspicaz y me dio otro golpe.

—¿Tu crees que yo nací ayer? —golpe— Ya me enteré de que terminaste en el hospital y que corriste a Ana mientras te cuidaba.

Entonces, ¿si ya sabe para que me pregunta? No quise responder, me dolía muchísimo la cabeza y otro golpe me iba a poner peor de lo que estaba.

—¿Por qué has acabado en el hospital?

—Un platillo que pedimos contenía nueces creo que no hace falta dar más explicaciones —Otro golpe— ¡Madre!

—¡Rodrigo! Más respeto, ahora iras a la casa de los León a pedir disculpas.

—¿Qué?

—Ya me has escuchado ¡marchando!

A veces pienso que mi mamá fue militar en su otra vida.

(...)

No se ni porque le hice caso, bueno si, ya no quiero recibir más golpes de su parte o peor, que le diga a padre, él es capaz de ponerme a correr por todo el cuartel.

La casa de los León estaba en el centro de Madrid, de estilo Victoriano, según sabía antes había pertenecido a los abuelos de Ana y cuando el señor Francisco se casó, le dejaron la casa y ellos se fueron a una más pequeña, después de todo sus hijos ya habían hecho sus vidas.

Toque suavemente, lo más seguro era que alguien del servicio me abriera, por la hora los padres de Ana debían estar en el trabajo, se que ella también, pero esperaba que por el incidente de ayer y lo tarde que llegó sus padres la dispensaran de asistir al trabajo.

—Joven Rodrigo —Me abrió una de las chicas que me conocía, bueno todas lo hacían, no era difícil hacerlo cuando sabían que me casaría con la señorita de la casa.

Carraspeo intentando recobrar mi compostura.

—¿Se encontrará Ana María?

Ella pone cara de circunstancias.

—Oh, no lo sabe —dice mortificada— La señorita Ana María no aparece, pero los señores no quieren avisar a la policía ni a la señorita Juliette, ya sabe por su embarazo.

¡Se escapó! Madre mía, esta loca ¿a donde habrá ido?

—Y eso no es lo peor —me volvió a decir la sirvienta en tono de confidencia— Parece que se ha llevado al niño Roy ¿Ahora que le vamos a decir al señor Massimo?

Creo que en este momento lo que menos importa es el borracho de Massimo ¡Ana María se robó al niño bastardo del amigo de mi hermano!

Y por si fuera poco hoy está la maldita fiesta para oficializar nuestro compromiso ¡me pudo haber avisado la desgraciada! Al menos así también hubiera podido escapar yo.

—Bueno, muchas gracias... —Me quede esperando a que me dijera su nombre.

—Valeria, señor.

—Muchas gracias señorita Valeria —Vi como se sonrojó y por primera vez no me sentí como el galán que soy, quizá todo esto me estaba cambiando.

Me despedí algo contrariado y me puse en marcha hacia la casa de mi hermano, yo no me tragaba el cuento de que ellos no sabían nada ¡seguro la estaban escondiendo! Pero esto no se queda así ¡como que me llamo Rodrigo Salvatore!

(...)

—¡¿Se puede saber que te pasa?! ¿Cómo das una noticia así? —Alexander me pega una vez que salimos de su casa, dejando a Juliette descansado, la cual se desmayó de la impresión.

—¡Deja de golpearme! ¿Yo que sabía que tu mujer se iba a desmayar? Ni que fuera para tanto.

—Rodrigo, llegaste de la nada a decirnos que Ana no aparece y que para colmo se llevó a Roy ¿te parece poco?

—En mi defensa yo pensé que estaba con ustedes y nunca creí que tu mujer se desmayara por tan poco caso —Alex me dio otro golpe— ¡Deja de hacer eso!

—Lo voy a dejar de hacer, pero ahora mismo regresas a casa, te vistes con ropa cómoda y nos vamos a buscar a Ana hasta por debajo de las piedras ¿me has entendido?

Lo veo que los ojos desorbitados ¿ahora tengo que cargar con las consecuencias de lo que haga Ana María?

Amor y Deber #LatinoAwards2020Where stories live. Discover now