Capitulo 16: ¡Qué arranques te digo!

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Siento mis manos sudar y eso es raro ya que no es la primera vez qué pasó la frontera para ir a Francia, por algo Ana me pidió a mi ayuda con Cassandra para que pudiera pasar del otro lado

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Siento mis manos sudar y eso es raro ya que no es la primera vez qué pasó la frontera para ir a Francia, por algo Ana me pidió a mi ayuda con Cassandra para que pudiera pasar del otro lado.

—¿Estas bien, hermano? Se te ve pálido —Alexander toco mi frente antes de pararnos por el retén de militares franceses.

—Déjalo, que estar en la frontera acojona —me defendió Massimo.

Mi hermano lo vio como si fuera estupido.

—¿Te das cuenta de que Rodrigo tiene a cargo los tratos con la frontera francesa? ¡Acojonado mis pelotas!

Lo vi sorprendido ¿ese era mi hermano? Jamás lo he escuchado decir palabrotas, creo que Juliette es mala influencia.

—Ya mejor avanza para hablar con nuestros queridos amigos y que nos dejen pasar —Massimo sonaba confiado, yo no lo estaría tanto, no recordaba si llevábamos todos los papeles y por más que tuviera conocidos sin papeles no íbamos a pasar a ningún lado.

—Papeles —Tal y como supuse fue lo primero que nos pidieron, yo saqué mi pasaporte, pero mi hermano y su amigo se quedaron de una pieza...idiotas.

Sin decirnos nada Alex salió del auto.

—Buenas noches, verá cabo, me llamo... —Trataba de escuchar pero en eso Massimo me interrumpió de mi misión.

—Arranca.

—¿Estas loco? ¡Mi hermano está allá afuera!

—Mira crío, en este momento me importa más llegar a donde esta mi hijo y sin pasaporte no vamos a llegar a ningún lado. ¡Qué arranques te digo!

La verdad es que por mi podríamos darnos la vuelta y regresar a Madrid, pero el loco de Massimo tenía otros planes, comenzó a querer arrebatarme el volante, así que sin otro remedio tuve que acelerar dejando a mi hermano a su suerte.

(...)

—¡Es increíble! —La verdad no se si reírme o compadecerme por lo que estamos pasando.

El intento de escape de Massimo fue inútil y ahora estamos encerrados en espera a que nos manden de regreso a Madrid o a que pase algún milagro, todo esto escuchando los reclamos de mi hermano, quien no nos perdona que casi lo dejáramos a la deriva.

—Pues solo a ti se te ocurre bajarte a dialogar —se defendió Renzi—¡Ya estuviéramos en Francia!

—¿Podrían callarse? —pregunté hastiado— Mejor aprovechemos que tenemos una llamada.

—¿Y a quién vamos a llamar? ¿Al abuelo?

—Sería buena idea —dijo Massimo con timidez ya que inmediatamente mi hermano y  yo lo fulminamos con la mirada— Solo era una idea.

—¿Todavía confías en el viejo después de lo que hizo? —Yo estaba incrédulo, aunque la mención del abuelo me dio una idea— ¡Alexander! ¡Habla con el abuelo de Juliette!

—¿Y qué pinta ese vejete en esto?

—¡Massimo! —Regaño mi hermano— Un poco más de respeto.

—Respeto mis...

—Silence! —se nos acercó uno de los militares y agarró a mi hermano y lo sacó de la celda en donde estábamos.

—Estamos jodidos —susurró Massimo para que solo yo escuchara.

Yo solo espero que mi hermano haga algo para que nos saquen de aquí.

—Oye...—¿Acaso no se puede quedar callado?— ¿Estabas pálido porque pronto llevaremos a Ana de regreso? ¿Tanto la odias?

Suspire.

—No la odio, pero ¿cómo me voy a casar con ella si no la conozco de nada? Si soy un zorro bien hecho que solo ha compartido cama con prostitutas para sentirse un poco querido —Eso último descoloco a Massimo, no se lo esperaba ¿pero quién podría esperarse eso de hijo menor de la honorable familia Salvatore?

—Hablas muy duro de ti, crío.

—Solo digo la verdad, otra cosa es que o todos seáis muy tontos o muy ciegos para verlo.

—Solo eres un ser humano Rodrigo, todos tenemos derecho a cometer errores y mira quien te lo dice, quien ha ido cometiendo error tras error en su vida.

—Es diferente, tú no tienes un apellido importarte con el que cargar ni tampoco vives a la sombra de un hermano mayor perfecto.

—Alexander es todo menos perfecto.

Quise replicarle pero ya no pudimos hablar ya que mi hermano regresó siendo empujado por el militar francés.

—¡Bueno! Podrías ser más cuidadoso, que no somos malos.

El otro solo gruño y lo metió a la celda.

—¿Y bien? —Massimo y yo nos acercamos a él, ya sea para escuchar una buena o mala noticia— ¡Hablad ya!

—¿Pueden ser menos bruscos? Ya tenemos con dichoso guarda este.

Él nos vio de reojo, como que no le gustó que mi hermano lo haya degradado, pero no podría importar menos.

—¿Habéis hablado con tu suegro? ¿O con alguien que nos pueda sacar de aquí? —Massimo me estaba desesperando con el movimiento sus pies.

—Pues...—Ahora el muy capullo seguía con un movimiento de manos y eso ya no lo podía aguantar más, así que interrumpí a mi hermano.

—¿Queréis dejarlo ya? Que como sigas moviendo los pies o manos ¡te las amarro!

—Tranquilo Rodrigo —me palmeo la espalda Alex— Todos estamos muy tensos, pero no es motivo para exaltarnos, miren pude hablar con mi suegro y me dijo que entre mi padre y él tratarían de hablar con la embajada francesa o algo así, la verdad no pude hablar mucho con él, Juliette andaba por ahí y no puede enterarse de nada.

—¿Y a quién cojones le importa si tu esposa se entera o no?

—A mi me importa, Massimo, igual y no puedes entenderlo —Creo que eso no fue una buena elección de palabras.

Al ver el rostro de Renzi, supe que en efecto no había sido una buena elección de palabras, pensé que iba decir algo pero solo se dejó caer en el viejo colchón que teníamos ahí y no dijo más, la verdad no se mucho de la vida de mejor amigo de mi hermano, solo se que perdió a su primera esposa de forma rara y bueno, que Cassandra lo dejo para salvarse de una posible muerte a latigazos, aunque si me lo preguntan a mi yo creo que ella no quiso dejarlo ni él ni a su hijo, me da un poco de tristeza su historia.

—Te has pasado un poquito ¿no?

—Puede que si, la verdad es que pensé que toda esta locura había pasado después de lo de Juliette y Cassandra, pero resulta que ahora Ana María es la que está metida en el ajo y yo que pensé que era la más cuerda de la familia, pero no le vayas a decir a Juli ¿de acuerdo?

—Hablas mucho —fue mi única respuesta, no pensaba decirle que si yo tuviera el valor de Ana María hubiera hecho lo mismo, que aunque no la conociera del todo sabía que sufría por ser la sombra de Juliette, quizá antes no quería verlo por estar enojado con todos, pero Ana no tiene la culpa, ella es tan víctima como yo.

Quizá soy un cabron, pero si ella quiere ser feliz en Francia, yo la voy a ayudar a que se quede allá.

Como que me llamo Rodrigo Salvatore

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