Suspiro único

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El último aliento de James Moriarty ha sido exhalado. Su respiración ahora acallada por el agua intenta gritar tu nombre, te llama y reclama a la vida otra oportunidad para matarte... para llevarte con él. La cumbre de tu carrera por fin inicia su declive, con la muerte temprana del profesor aquellos entramados acertijos se irán con él. El rival que tantos problemas te regalaba, el rival que te seducía con sus complejos enigmas y lograba teñir tus mejillas ante un problema sin aparente solución, baja ahora el telón.

Aquella obra magnifica y complicada, enmarañada, en la que tú eras el protagonista, se hunde sin tregua entre agua fría, las piedras del abismo y una venganza malograda. El adiós inminente del que estabas por demás enterado logra apenas sobajar el rencor que te llena por el apresurado final. Saber qué tu deber es vivir para recoger los restos de un reinado que pronto será nada sin el rey, no afloja más que un suspiro ante lo que probablemente te otorgue apenas una pequeña parte de la satisfacción que sentías con ese rey.

¡De quién vas a esconderlo!

La excitación de perseguirle y pisarle los talones. Esa pasión inusitada ante una muerte de la que solo tú pudiste haber escapado no solo hacía latir tu corazón. Aquel paroxismo inacabado que bullía desde tu interior y arremetía contra todo lo que eres trauma tus sentidos a sabiendas de que por fin ha terminado. Sí, por fin...

Y mientras esperas con la mirada atenta hacia el cielo, ante la apremiante sensación de tus sentidos a olvidar aquello que jamás podrá recuperarse, unos agitados y torpes pasos reclaman ahora tu atención intranquila. Lo que tus sentimientos antes eran no son ni por asomo una pequeña parte de la gran cantidad de ellos que afloran de esos ojos verdes. La desesperación, el miedo, la rabia, después; la tristeza, el dolor por tu pérdida y el llanto.

Cada parte de ti le anhela, desde el lugar que te hace invisible gritas internamente su nombre. ¡Watson! ¡Watson!... Ir hacia él, explicarle todo, que te mire, rodearlo con tus brazos y detener la tristeza de la que habías jurado protegerle trauma cada uno de tus gestos. Sonreírle de nuevo y besar aquellos labios tibios, hacerle recordar lo mucho que le adoras acapara cada rincón en tu cabeza. Al dar media vuelta tu corazón no es el único que se rompe.

Aprecio, felicidad. Después de un año declarado muerto aun es mucho lo que te separa de tu querido amante. Las emociones únicas que él te regalaba a montones huyeron de ti cuando por voluntad propia diste un paso en dirección contraria.

Uno tras otro aquellos peces pequeños caen en tu red, y sin gracia, sin vergüenza, sin ánimo en realidad, cada atisbo de tu humanidad va desapareciendo lentamente. De uno en uno cada emoción se va muriendo dentro de esa bomba en tu pecho. Cayendo como pétalos sobre un mar de olvido, dolor y anhelo. Ese que te sueña cada noche no es únicamente la razón por la que puedes levantarte al amanecer. El recuerdo de lo que fue, las sensaciones ante las caricias, ante las miradas, ante los susurros; son tu alimento, el aliento que llena tus pulmones, la luz que te guía a través del laberinto que esconde venganza, locura y muerte.

El largo camino a recorrer quema aún más los pasos lentos y calculados que con gran esfuerzo te atreves a dar. La culminación de tu segundo aniversario luctuoso es apenas sobrellevado por falsos recuerdos, alegrías profanas y calculadoras sonrisas. Ya no quieres ni puedes contar los cada vez más extraños personajes que sin descaro tiras a la basura en cuanto se te hacen inútiles. Tu mente solo exige un final y realmente no importa si una parte de ti se va con ellos.

La desolación y la total indiferencia del mundo hacia tus problemas internos, incluso la negativa de tus pensamientos a ayudarte sobre cómo dar el siguiente paso, te reclama sin censura lo mucho que extrañas aquellos ojos verdes. Te mata, te hiere cada recuerdo suyo, cada línea trazada en tu memoria lleva inevitable a tu destrucción, la evocación de toda cosa útil en esa cabeza tuya te guía hasta los más pequeños detalles de aquel hombre... de su piel, su boca, sus manos, su olor.

Resistir no es algo contra lo que puedas, solo puedes tomar un día más. Soportar veinticuatro horas. Una noche y una mañana son apenas suficientes para que con la poca cordura que te queda llegues hasta él, y puedas sucumbir finalmente ante su voz, dejarte caer por fin a su voluntad.

¡Watson! ¡Watson!

Nada es lo que puede detenerte cuando esos ojos verdes te miran al reconocerte. Eres tú, su cuerpo lo sabe pero su mente se niega a aceptarlo. Ni siquiera la oscuridad que llena su consciencia puede detenerte, cuando te atreves a tocarlo el resto del mundo se evapora. Pero el solo hecho de que no se te antoje esperar a ver nuevamente la luz de sus ojos cala hasta tus huesos una odiada respuesta negativa. Sí, has sobrevivido tres años sin él. Sí, cada minuto sin ver sus ojos te mata. Sí, arrancarte la piel ahora mismo sería mejor que esperar por tocar más ese cuerpo durmiente.

¿Finalmente, quién puede detenerlos? Si a primera vista lo único que surge de la piel es el más puro deseo animal, poco o nada es lo que puede hacerlos voltear. Las palabras no sirven cuando ni siquiera pueden ser pronunciadas. A la luz únicamente los gemidos de voluptuosidad son los que a voz en grito exigen ser despojados. Extraídos de un placer lascivo y robados de las remotas y oscuras profundidades de lo obsceno.

Un amor que desea ser tomado y el elixir de la vida que finalmente se encuentra con el amanecer. ¡Oh, el reencuentro! ¡Ah, las emociones!

Y tú que creíste poder soportar al menos un sentimiento por alguien, después de todo lo probado, ya no hay espacio para el arrepentimiento.

Un sentimiento másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora