Capítulo XXIII

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Sábado por la mañana.

Roger se levantó temprano para preparar el desayuno, estaba en ropa interior, descalzo y yo terminé de babear por él.

No sé qué pasa conmigo, quizás sea el hecho de que sólo he tenido un novio en mi vida y que ahora esté experimentando otra clase de gusto, ilusión o amor. ¡No sé cómo definir esto!

Salí una que otra vez con chicos, pero esta vez es diferente. Roger me hace sentir una colegiala, alguien que me hace querer más, desearle más y siempre estar juntos, así sea hablando sobre el tiempo climático o si le gustan los camarones o no.

Me da un calor de protección que nadie más me ha dado.

Pienso que también podría ser la manera en cómo se entrega cada vez que estamos juntos de manera sexual, en cómo es de apasionado en su trabajo o la manera de ser juguetón. Es tan difícil no ilusionarme con él cuando lo veo de esta manera en mi cocina, sonriente y tan apuesto.

Me doy cuenta que es la primera vez que se queda a dormir. Anoche estábamos tan exhaustos, que nos quedamos dormidos.

Cierro mis ojos y me pregunto cómo demonios seguiremos llevando esto para que lo que hay entre nosotros acabe bien.

No creo que pueda terminar bien.

Un teléfono comienza a sonar y sé que es el suyo, el mío no tiene ese tono de llamada. Me tenso al verle cambiar su expresión de risueño a serio.

Ve el identificador de llamadas e intenta ignorarlo, cancela la llamada entrante, luego vuelven a llamar. Trato de ver de reojo la pantalla para saber quién llama pero me observa sigilosamente y voltea el teléfono hacia abajo.

Frunzo el ceño.

—Contesta, quizás es algo importante. Regla número uno, privacidad —me excuso, haciendo una mueca con mis labios y salgo de la cocina.

Le escucho gruñir.

Odio no saber nada de él, que se tense cada vez que lo llamen, como si fuesen a descubrir o rastrear su teléfono y saber que está conmigo, sé que puede tener miedo a que se enteren que se acuesta con una empleada de la empresa pero tampoco de esta manera.

Mi corazón se arruga, siento un nudo en la garganta de impotencia y frustración.

¡Estábamos bien! ¡Estábamos felices! Ahora ya no me siento así, porque volvimos a caer en el mismo hueco, no avanzamos, y no creo que lo vayamos a hacer algún día.

Cada día me digo que debo parar, pero no puedo.

Me resigno, camino hasta el mueble de la sala y enciendo el televisor. Estaban transmitiendo las noticias matutinas, hablaban sobre algunas nuevas medidas que el presidente estaba tomando y no eran totalmente legales; intento entender lo que dice la presentadora pero se me hace imposible, no paro de pensar en quién le está llamando tan insistente a esta hora de la mañana, un sábado.

Han pasado algunos minutos y él no sale de la cocina, estoy renuente en volver y hacer que nada pasó, que esto no se ha vuelto incómodo de nuevo.

Cambio de canal, la política me aburre, personas mentirosas que sólo gobiernan para robar dinero de las naciones y hacer mejores sus vidas; Porque es cierto, ningún político es sincero y real, todos mienten.

Termino viendo un programa de cocina.

Se está tardando demasiado. ¿Qué pasa en tu vida Roger?

Al cabo de cinco minutos más, él sale de la cocina, volteo a mirarlo y esboza una mueca con sus labios cerrados. Le veo caminar hacia mi habitación, luego sale vestido completamente.

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