ii. xviii

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    ❝Save me a dance.❞ 

Lisa entró a la habitación con dos tazas de café en sus manos, las colocó en la mesa y se acercó hacia donde su amiga se encontraba, se sentó a su lado y recargó su cabeza en el hombro de esta

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Lisa entró a la habitación con dos tazas de café en sus manos, las colocó en la mesa y se acercó hacia donde su amiga se encontraba, se sentó a su lado y recargó su cabeza en el hombro de esta. Las miradas de ambas se enfocaban en la ventana donde se podía ver a varios niños del barrio jugando, no era una vista que tuviera algo interesante, pero a Isabelle le traía un sentimiento de nostalgia porque cuando ella era pequeña se encontraba como ellos; jugando hasta que el sol se ponía y tenían que llamarlos para que entraran. Su madre se había encargado que disfrutarán sus infancias como unos niños normales, por lo que ver a sus hermanos y a ella misma con un raspón en la rodilla era el pan de cada día de Adeleine Pierce y en el fondo ella deseaba que eso fuera lo único por lo que tuvieran que sufrir.

Isabelle soltó un suspiro y desvió la mirada cuando vio a una niña caer y raspar su rodilla, pues aquello le había recordado cuando su hermano menor aun siendo un infante había curado su herida, ahora él no solo tenía que curarla si no que también protegerla.

— Aun puedes negarte a ser un héroe. —susurró la rubia.

— Es una idea que estuvo rondando por mi cabeza toda la mañana. —contestó— No quiero arruinarles el gran día a Victorie y Teddy.

— Si Leah te viera ahora, no dudaría en golpearte.

— Golpearme hasta la muerte seguramente. —ambas rieron ante el recuerdo de la prefecta de la casa de Parris y amiga de ambas.

— ¿Estas seguras que no hay otra manera?

— Todo va a salir bien y regresaremos a Salem para la graduación.

— Confió en tu palabra.

La rubia se alejó de Isabelle y con un movimiento de mano la taza de café floto a su lado, una sonrisa se posó en el rostro de la pelirroja al verla irse como solo ella podía hacerlo, desvió de nuevo la mirada y la puso en su vestido para la boda. Minerva había otorgado unos permisos especiales para que los familiares y amigos de ellos que estaban invitados pudieran salir, algunos de ellos solo tenían permiso para ir a la boda y volver, pero McGonagall conocía la situación de Isabelle por lo que la dejo ir a ella, Lisa y Stefan un día antes.

La puerta de la habitación se abrió otra vez y la cabellera despeinada de Alec apareció, Isabelle sonrió y corrió a los brazos de su hermano mayor.

— Maldita suicida.

— Así que Lisa te conto. —él asintió.

— ¿Puedo ser sincera contigo?

— No quiero escuchar tu sinceridad ahora, Isabelle.

— Por favor... —susurró en modo de súplica que muy pocas veces usaba, Alec tuvo miedo, pero volvió a asentir.

Anchor ➳ James Sirius PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora