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Siento demasiado la demora, estoy haciendo grandes esfuerzos por ser activa aquí y por sobrellevar mis problemas personales. Nada de lo que me sucede es culpa de mis lectores, por eso odio que lo paguéis vosotros con actualizaciones tan lentas :(( Por favor, cuando veáis este cap recordadle a todos los lectores de esta historia que conozcáis que he actualizado por fin y que no he abandonado esta historia :)


Despierto con todo el cuerpo acartonado y lleno de pinchazos de dolor. Me deslizo en la cama hasta arrancar la manta fuera de mí, el calor me ahoga. Abro los ojos y la luz del día, que entra por la ventana, me ciega unos instantes, después puedo contemplar todo con precisión, pero solo hay una única cosa que desee ver.

Dunkel, desnudo y dormido sobre mi cama. Es tan hermoso. Un cuerpo digno de un dios, tan enorme y magno, tan musculoso pero pálido, tan contradictorio y tan capaz de someter a cualquier hombre que tenga en frente. Quiero arrodillarme, aunque él no está siquiera consciente.

Entonces reparo en algo que jamás pude ver: la piel de su pecho, de su abdomen, de sus costados, de su espalda, de sus muslos, de sus brazos... su piel, nívea como la porcelana, pero surcada por mil trazos.

Cicatrices longitudinales, profundas y antiguas a juzgar por su color algo más obscuro. No sé si debería darme asco, pero solo quiero acariciarlas, besarlas, lamerlas. Quiero adorar cada parte de su cuerpo y hacer un santuario para cada centímetro de su piel.

Me siento a su lado y dejo de pensar en él como mi amo; Dunkel es también una persona hecha de algo diferente al hielo o a la piedra, es un hombre de carne y hueso, y en la carne el dolor siempre deja marca. Alargo mi mano hacia si pecho y mis dedos oscilan sobre la piel tintada por viejas y agónicas heridas, tomo aire asegurándome de que está dormido y de nuevo bajo la mano, acaricio con cuidado. Su piel está tan fría, pero es tan suave, tan amable, solo las cicatrices se sienten algo diferentes: ahí la piel es algo áspera al acto y de no ser porque es imposible diría que hacen arder la punta de mis dedos, pero no es desagradable.

Sus ojos empiezan a abrirse lentamente y retiro la mano de golpe, esperando no haber estado haciendo algo que merezca un castigo; sea así o no él no parece darse cuenta. Se despereza un poco y se sienta en el bode de la cama, a mi lado.

Su enorme brazo me rodea, pasando por encima de mis hombros, y me acerca a él.

—Ayer por la noche estuviste genial, esclavo. Eres más de lo que nunca pude desear. —dice, besando mi frente con una ternura que jamás nadie esperaría de él.

Mi corazón revolotea nervioso dentro de mi estómago y sonrío estúpidamente. Entonces, mientras él mira distraídamente por la ventana, vuelvo a recorrer su cuerpo de arriba abajo. Es tan hermoso, tan vivo parece gracias a las cicatrices.

—Amo ¿Puedo preguntarte algo?

—Adelante. —me responde, pensativo mientras sus ojos siguen fijos en el exterior. No parece que está mirando nada realmente, sino que da la sensación de que está más atento a lo que no mira.

—Es sobre tus... tus cicatrices. —digo antes de tratad de alcanzar con una mano una específica que atraviesa todo su costado, topándose con las costillas cada poco.

Él suspira decepcionado y vuelve su vista hacia el interior de la sala, sin mirarme. Entonces se levanta dejándome solo y busca su ropa en la cama, aún alicaído.

—Lo sé, te habrás sorprendido. —dice metiendo una pierna en su pantalón, parece molesto. No sé qué hecho mal. —Por eso no encendí las luces anoche, son repugnantes. —la otra pierna queda oculta, amarra su pantalón a la cintura y siento una soga en mi cuello cuando se pone las mangas de la camisa y se dirige al pomo de la puerta.

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