20. Eleonora

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El centro de operaciones del proyecto Dante estaba vacío, todos habían sido convocados a una junta de emergencia con el Comandante Washington y la directora general, la señora Eleonora D. Hudson.

No soportaba más mi migraña y la tensión de los músculos en mi espalda, estaba desconcertado.

Me había salido unos segundos de la sala de juntas para regular mi respiración y pensar cómo podía solucionar esta terrible crisis.

"¿Qué debo hacer, cómo detengo está locura?", pensé.

—¡Suárez! Regrese aquí de inmediato, la directora quiere consultar con usted —me ordenó el Comandante.
—Por supuesto, en seguida —le contesté.

Al entrar al pequeño cuarto detrás de la sala de operaciones me topé con todos los técnicos, colegas y médicos militares.

—Su presencia es de suma importancia Dr. Suárez, le pido que se mantenga aquí con nosotros —dijo la directora.
—Lo lamentó Eleonora, necesitaba unos segundos, esto es muy complicado.
—Le sugiero que no lo piense más y nos diga que debemos hacer con respecto a la señorita Cecilia, quién acaba de entrar en la habitación "Z".

—Esto es difícil, por qué estamos muy cerca de cumplir el tratamiento, los pacientes han adoptado la actitud que estábamos pronosticando, pero nadie contempló el daño físico que le ocurriría a Cecilia.

—El daño físico estaba contemplado Doctor Suárez, la recuperación de Cecilia no pasará más allá de los seis meses. A lo que me refiero, es que usted no ha visto que uno de sus pacientes no ha mejorado en lo absoluto —dijo Eleonora.

—Un momento, ¿de quién me está hablando?
—De Carmen Díaz, en estos últimos quince días, a matado a ocho personas y, al parecer, está más inestable.

Me quedé inmóvil. Es cierto que Carmen y Cecilia se encuentran juntas en la habitación.

—Necesito que me de una respuesta antes que sea demasiado tarde Doctor Suárez. Dejamos a ambos pacientes en la misma habitación o revocamos el proceso —me dijo Eleonora.

Estaba inseguro, "¿me iré por el camino de la medicina o permitiré que mi estado anímico influya sobre mí decisión?".

(Proyecto Dante: Habitación Z, aula dos)

Cecilia caminaba con dificultad, sus heridas no le permitían desplazarse. Estaba tratando de encontrar algo con que pudiera iluminar su camino, pero no podía ver nada.

Decidió arrastrarse por el piso, el dolor en su cuerpo no le permitió seguir de pie.

De repente, sintió algo viscoso en su mano y rápidamente la quitó del piso.

—¿Qué chingados es esto? —dijo en voz baja.

Una luz muy tenue comenzó a iluminar la habitación. Apenas se podían distinguir las paredes y el techo.

Cecilia comenzó a darse cuenta que lo que había tocado con su mano, era sangre. Sus ojos se engrandecieron y su respiración aumentó.

Muy lentamente, giró su cabeza hacia su lado izquierdo y se dio cuenta que la sangre provenía de una fila de cuerpos humanos. En su mayoría, de mujeres.

Ella gritó desconsoladamente, se arrastró por el piso hasta llegar a la puerta, trató de abrirla, pero estaba cerrada.

—¡Qué mierda es esto! ¡Yo jamás he fantaseado con esto! ¡Déjenme salir! ¡Sergio!
¡Mariano! —gritó Cecilia.

—Tú no, pero yo sí —dijo Carmen al caminar entre los pedazos de cuerpo humano.
—¿Carmen? ¡¿Tú hiciste esto?! —gritó Cecilia entrando en pánico.
—Te dije que serías la primera en saber mi pequeño secreto Cecilia, creo que es tiempo que tú y yo tengamos esa platica de niñas que tanto querías —le dijo Carmen con malicia.

—¡Estás enferma! ¡Maldita degenerada! —le gritó Cecilia.
—Todos estamos enfermos, ¿qué no es por eso que estamos aquí? —le preguntó—, ahora ven, déjame enseñarte lo que realmente es juntar el dolor con el placer, sé que te encanta.

Carmen comenzó a caminar muy lentamente hacia Cecilia, cubierta en sangre y con varios ganchos filosos pegados en su mano.

Los alaridos de Cecilia se escucharon por toda la habitación, mientras los ríos de sangre en el piso se le acercaban cada vez más.

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