—Estoy cansada, te lo contaré luego— dije tirando mi mochila al suelo. Di pasos cansados hacia las escaleras y me detuve un momento—¿No te sientes distinta?— volteé para ver la reacción de Laura.

—No es tu problema, anda a dormir— zanjó con amargura. Miró unos segundos al suelo y yo no dejé de observarla—¡Ya ve a dormir!— espetó sin gritar y me di la vuelta para subir las escaleras.

Las conclusiones que llegaban a mi cabeza me estaban haciendo sentir muy mal.

•••

Desperté cuando el sol que entraba por mi ventana comenzó a cegarme.

Estúpido Sol, ¿Por qué existía?, tenía la linterna de mi celular para iluminar mi vida.

Me levanté de la cama con toda la pereza que podía existir en el planeta tierra y después de rascar mi cabeza como niña piojosa, tomé mi celular y al ver la hora se me escapó un gas trasero de la impresión.

—Mediodía— musité con fastidio— ¡Llegaré tarde!— grité y me levanté de mi cama de un solo brinco.

En realidad ya iba super tarde a Lincester, es decir, entraba a las siete de la mañana y yo me estaba levantando a las doce y media.

—¿No estabas en la Universidad?—preguntó algo confundida mi madre cuando me vió correr por toda la cocina como loca.

—Acabo de resucitar— fue lo único que dije. Tomé una manzana y salí corriendo de la cocina —¡Te amo mami!.

Corrí a toda velocidad hacia la Universidad. Por suerte no quedaba demasiado lejos y en unos diez minutos llegué.

Sí, casi morí.

Tenía uno de mis pulmones en la boca, el corazón latiendo en mi cerebro tan rápido como cuando ves a tu crush y mi respiración era tan torpe como Laura. Pero lo bueno era que había llegado.

Cuando logré recuperar la respiración, me fui directo al comedor. Era mediodía y por lo tanto, la hora de almuerzo. Todos los estudiantes de Lincester estaban allí, a excepción de los alumnos que se quedaban en los solitarios pasillos besándose.

—Parece que te pasó un tractor por encima—cometó Pancracia cuando me senté junto a ella en una de las mesas.

En la mesa se encontraban ella y Michael. Me llamó la atención no ver a Ken por ningún lado, pero asumí que quizás el estúpido ese se había quedado durmiendo en su casa.

Debí haber hecho lo mismo.

—Gracias, tu también te ves bien— respondí con sarcasmo y rodé mis ojos.

Michael miraba su celular, al parecer bastante concentrado. ¿Qué estaba tan interesante?.

Me dispuse a comer unas papas del plato de Pancracia y mientras tanto, observar los alrededores. Todo parecía normal, pero...

¿Ya dije que parecía normal?.

Me di cuenta de algo muy impactante.

Todos en el comedor lucían y actuaban distinto. En una de las mesas, vi a un grupo de chicas Nerd que nunca habíamos tomado en cuenta nosotros los Populares. Ellas, como todos en el lugar, lucían muy cambiadas. Cada una estaba sentada en las piernas de unos chicos, que antes también eran unos Nerds sin vida social. Vestían muy sexys, los chicos muy guapos y por la manera en que hablaban se notaba a leguas que eran unos Populares.

Chicle, digo...¡Cliché! © (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora