04 † El Sueño

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—Si necesitas algo, solo grita, ¿esta bien? No te recomiendo que salgas de aquí a no ser que quieras algún mortero apestoso atascándose en tu... Bueno, simplemente evita salir. Sabes donde esta el baño y las pijamas.

James asintió, y en cuanto su tío George salió de la habitación, el adolescente se dejó caer de espaldas sobre la cama. Tomó una de sus almohadas, la presionó sobre su rostro, y gritó tan fuerte como su ya lastimada garganta se lo permitió.

Luego de la “pequeña” confesión de sus padres, los tres hermanos Potter reaccionaron de maneras totalmente distintas entre sí. Al se había quedado sin habla, completamente en silencio, pero con el rostro horrorizado, e incapaz de mirar a sus padres. Lily salió corriendo a su cuarto y se quedó encerrada ahí Dios sabe cuánto. Y James...

James había tenido una especie de ataque de pánico. Con su magia descontrolada, rompió todas las ventanas del primer piso, rompió el grifo de la cocina y le prendió fuego a un par de cortinas. Teddy sacó su varita para arreglar los desastres, pero James caminó hacia adelante y, con sus propias manos, le dio vuelta a la mesa de té.

—¿POR QUÉ DEMONIOS NO ME DIJERON NADA!

—J-James, no—

—¿DÓNDE ESTÁ? ¿DÓNDE ESTÁ MI HERMANA? ¡Responde, maldita sea!

—James, espera un...

—¡YA ESPERÉ SUFICIENTE! ¡CASI DIECISÉIS AÑOS SIN MI HERMANA! Sin saber si quiera que existía...

El estómago de James comenzó a doler, su cabeza le daba vueltas y por alguna razón, mirar a su padre hacía que su malestar empeorara.

—No sabemos dónde está, James —balbuceó Harry tratando de acercarse a su hijo—. Aún no dan con el paradero de lo—

—Entonces dime como se llama, y la buscaré yo mismo.

Harry y Ginny se congelaron ante la petición de su hijo. El color abandonó sus rostros, y las manos de la mujer empezaron a temblar.

—¿Y bien? —insistió el adolescente— ¿No piensan decirme ni siquiera eso? ¡Respondan, maldita sea!

—No pueden responder —mucitó Al desde el sofá, mirando a sus padres con desprecio—. ¿Qué no lo ves, James? Si pensaron que nació muerta, lo más seguro es que ni siquiera se dignaron a ponerle nombre.

Un peso helado se instaló en el pecho de James al escuchar a su hermano. Miró a sus padres, quienes no se molestaron en esconder su vergüenza.

—Cuando eso pasó... estábamos destrozados —trató de justificarse el auror—. Y con James, no teníamos cabeza para nada más...

—¿Ni siquiera para darle un nombre a tu propia hija? —preguntó Al poniéndose de pie— ¿Qué clase de padre eres?

—Albus, no—

—Ustedes estaban destrozados, y lo entiendo. Acababan de perder a una hija y tenían que cuidar de un hijo siendo padres primerizos, pero esa no es excusa.

—Al—

—¡Ustedes estaban tan concentrados en su dolor que olvidaron qué se los causó en primer lugar! Mamá, ¿no se supone que una madre antepone a sus hijos a todo? ¿Incluso a sus propias necesidades? Tú debiste haber pensado en ella primero, ocuparte de ella antes de hundirte en tu dolor...

La cara que puso su madre ante las palabras de Albus se quedó grabada en la mente de James. Se veía tan desolada, tan perdida, que por un instante pensó en ir y reconfortarla. Sin embargo, Ginny se llevó las manos al rostro justo en aquel momento, y la duda de si su hermana había heredado su cabello rojizo le volvió a nublar los sentidos a James.

Una Melliza Para James SiriusWhere stories live. Discover now