–¿No has pasado navidades con Emma? –me preguntó, con la mirada concentrada en la carretera.

–No, pasará navidad y año nuevo con sus abuelos. Yo disfrutaré de ella para reyes.

–Eso está bien, siempre es bueno que los niños se relacionen con sus abuelos.

–Sí, supongo –suspiré, intentando no entrar al tema–. Oye, siento mucho si te he jodido el plan con la ricitos.

Ella despegó la mirada de la carretera un segundo para mirarme.

–No has jodido nada, Alba. Nos veremos esta noche, así que no hay porque preocuparse.

Asentí, sin esperarme tal información.

–Pues que vaya muy bien, señora.

Pude ver su sonrisa de perfil y debo de decir que Natalia con una sonrisa en el rostro, era una bendición.

–Antes, mientras te esperaba, escribía a Eric –le revelé.

Ella suspiró y negó con la cabeza, claramente decepcionada.

–No quiero a ese capullo ni cerca de ti, ni mucho menos cerca de Emma.

Aprovechó que paramos en un semáforo en rojo para buscar mi mano, levantarla a la altura de sus labios y dejar un pequeño beso en el dorso. Sus ojos me miraban directamente, rogándome.

–Por favor, Alba.

Me soltó la mano cuando el semáforo volvió a ponerse verde y retomó la marcha.

–Voy a encontrarme con él, creo que se merece que le escuche. Además, trabajamos juntos. No quiero malos rollos.

–¿Quieres que te acompañe? –ofreció.

–Natalia, tengo la suficiente edad para cuidarme, no tienes porque preocuparte.

–No, no sabes cuidarte –su voz empezaba a sonar molesta–. Ayer ese capullo casi te arranca un puto brazo, claro que no sabes cuidarte.

–¿Y qué quieres? ¿Ser mi perro guardián toda la vida?

–No, yo solo quiero que me dejes cuidaros. A ti y a Emma.

Detuvo el coche, ya habíamos llegado al edificio dónde se encontraba mi ático.

–Sabes que eso no va ser posible.

Suspiró resignada.

–¿Al menos me dirás que todo está bien, después de verlo?

Asentí y me acerqué a dejarle un pequeño beso en la mejilla.

–Gracias por traerme, ya hablaremos.

–Ya hablaremos.

Natalia no se marchó hasta que ingrese al portal, pude divisarla a lo lejos.

Cuando entré a casa, me tumbé en el sofá y envié un mensaje a los abuelos de Emma, preguntando si ella estaba bien. No tardé en entrar al chat de Natalia y teclearle un mensaje.

Alba

Somos las personas más bipolares del mundo.

Sabía que tardaría en contestar porque seguro que estaba conduciendo así que decidí darme un baño. Mientras me desvestía, pude ver la marca de la mano de Eric en mi brazo. Obviamente no le iba perdonar tal cosa, ni ahora ni nunca. Tal vez hablaría con él y lo escucharía, pero si una persona te trata como lo hizo él, no lo hace solo una vez, lo hace para toda la vida. Y eso yo no lo iba permitir.

Volverte a ver - AlbaliaWhere stories live. Discover now