Tormentas que huelen a café.

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Me desperté algo aturdido tras escuchar un fuerte estruendo proveniente del exterior, con un ágil y veloz movimiento me deshice de las cobijas que utilizaba para protegerme del frío cada noche y me dirigí a paso ligero hacia el balcón, encontrándome así con una fuerte tormenta acompañada de su melodioso sonido. Minutos después divisé mi ropa empapándose, arruinando todo lo que había hecho posteriormente, probablemente tendría que llevarla a la lavandería cuando amaneciese.
Al entrar al salón y reflejarme en el espejo que curiosamente poseía el biombo que había junto al sofá, una antigüedad que heredé de mis abuelos al marcharme de Jeju, me percaté de que mi aspecto se encontraba en un estado lamentable, había estado pasando noches en vela pensando cómo encontrar la manera de dar con esa chica, la buscaba con tanto afán de encontrarla que algunas veces empezaba a confundir si realmente la estaba buscando por entregarle ese cuaderno o por algún otro motivo,  convirtió su cuaderno en su libro favorito, memorizando cada palabra, como si se tratase del guion de alguna película u obra de teatro, se planteó un montón de preguntas, haciendo que su cabeza diese con más de mil soluciones a todas ellas, pero sin saber con certeza si realmente alguna de ellas era la correcta. Y cada noche, se sentaba en el sofá y contemplaba el diario que yacía encima de la mesa mientras el reloj seguía moviendo sus agujas, cometiendo homicidio, asesinando las horas, cubriendo el cielo de oscuridad, intercambiando al sol con la luna.

Mis recuerdos huelen a tí.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora