Al darme la vuelta me topo con su sonrisa cínica, tiene los brazos cruzados encima de su pecho, y a sus espaldas hay muchos chicos, al menos cuatro, y todos están riendo. No puedo ver bien debido a la ambientación del bar, pero se ven igual de amenazantes. Por un momento me maldigo, ¿por qué tuve que venir a este sitio y sin decirle a nadie? Me tranquilizo un poco cuando ellos le dan palmadas en el hombro y se van.

—Vengo por mi dinero —digo, seca.

Su gesto no cambia, sigue mirándome con aires de superioridad, como si hubiera estado esperando mi llegada. Sus ojos claros abandonan los míos y van a mis tobillos para luego subir con extrema lentitud por mis piernas desnudas, se detiene un minuto en mis caderas y luego otro más en mi escote.

Su sonrisa desaparece y la expresión de su rostro me hace temblar por el hambre que refleja.

—Vas a tener que esperarme, solo serán unos minutos. —Me ofrece su mano, le doy un vistazo a su palma, ¿debería tomarla?—. O vienes conmigo o me esperas aquí, me da igual, solo decide con rapidez.

Lanzo un suspiro de resignación y tomo su mano. Creo que va a guiarme entre la multitud jalándome, sin embargo, me da un jalón suave y atrapa mi cintura, hace un movimiento y en menos de un segundo está detrás de mí, su pecho pegado a mi espalda y su aliento caliente y seductor golpeando mi oído. Mis poros se levantan y los vellos de mis brazos y nuca se erizan, tanto que duelen. Joder.

No me muevo hasta que él me obliga a caminar, quiero suspirar, pegarme más a él y apoyar mi cabeza en su hombro. Me contengo por el aturdimiento, porque su cercanía produce una clase de adrenalina que me está robando el aire, tengo que concentrarme para que mi respiración no me delate.

Caminamos entre los cuerpos, su mano caliente cubre mi ombligo y me aferra con fuerza. Nuestras piernas chocan y se mezclan durante la caminata, ni siquiera sé cómo es que estoy de pie. Mi corazón late tan rápido que apenas puedo sentirlo. Conforme avanzamos, nos adentramos más al bar, traspasamos un umbral que lleva a otra sala, y en esta no hay tanta gente.

Hay una mesa en el centro, un hombre corpulento está sentado en una de las dos únicas sillas, otro tipo enorme está parado detrás de él con los brazos cruzados. Hay humo, identifico el olor del alcohol y las drogas. Alrededor de la mesa hay personas, alcanzo a ver a Aldridge, el amigo de Willburn, en uno de los costados, junto a los tipos que vi en la parte de adelante.

Me lleva justo a donde están ellos.

—No te separes de ellas, ¿de acuerdo? —susurra. Le da una mordida al lóbulo de mi oreja, pero no puedo disfrutar el escalofrío que me produce porque me suelta de forma repentina—. Kealsey...

Se dirige hacia una de ellas, una morena alta y curvilínea, su melena azabache es toda una jungla y sus ojos felinos me hacen pensar en una pantera. Está usando shorts extremadamente cortos y medias de red, una blusa que deja al descubierto un hombro y su abdomen marcado.

Hay otras chicas a sus costados, pero estas se ven un poco más pequeñas, solo un poco. O tal vez es que ella es demasiado llamativa.

—Yo me encargo, Will —le dice asintiendo.

Solo entonces me percato de que le está pidiendo que me cuide, la sangre me hierve, ¿qué se cree?

Por encima de mi hombro veo cómo él se aleja y ocupa el lugar vacío de la mesa, me deja en medio de un círculo de chicas que me observan como si quisieran atravesarme. Entrecierro los ojos hacia la pelinegra, quien no ha dejado de estudiarme de arriba abajo.

—No necesito una niñera —digo entre dientes.

Vuelve a repasarme, pero termina relajando los hombros.

Maldición Willburn © ✔️ (M #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora