La arena mojada no fue agradable, tampoco el frío que me mantuvo tiritando. Había un muelle más allá de la bajada en donde quedaba la casa del abuelo, y una pequeña zona oculta debajo a la que solo podías llegar si eras lo bastante ágil para deslizarte por el primer tablón suelto y llegar a la roca que debía tener unos miles de años. Lo encontramos durante la etapa en que creíamos que podíamos resolver la pista de un tesoro falso que venía en uno de los potes de yogurt que la mamá de Jaemin nos daba durante la merienda. Jaemin adoraba ese lugar, aunque apestaba a humedad y todo lo que podías encontrar eran latas vacías de cerveza rancia. Allí nuestras voces creaban un eco que a la edad de siete años resultaba fascinante y extremadamente divertido. Allí tampoco llegaba la marea, porque la zona se había secado y solo podías ver montoncitos rocosos entre los pilares del muelle.

Solo en cuanto sus pies estuvieron sobre el primer tablón del muelle, Jaemin miró en mi dirección con sus ojos grandes oscurecidos por el espeso color del cielo.

-Deberíamos tener cuidado, da más miedo ahora que hace unos años- dijo, lo suficientemente alto para que las olas fuesen capaces de escucharlo.

Descendió primero, dando un salto desequilibrado hacia el siguiente tablón que aún se mantenía sujeto. Se sentó en el y se balanceó hacia adelante, escuché su aterrizaje y lo imité. La roca se sintió resbaladiza una vez mis manos estuvieron sobre ella. Vi los pilares de piedra crear una cueva segura, tan cerca del agua que me resultó relajante. Jaemin se mantuvo lo más cerca de la roca, sin dejar de mirar en la misma dirección, hacia donde el mar dejaba su rastro en cada oleaje.

-Antes el agua estaba más lejos. -Un suspiro resignado escapó de entre sus labios-. Supongo que es verdad lo que dicen, todo era mejor cuando éramos niños.

Di un par de pasos hacia el borde de la zona que no era alcanzada por la marea, el agua de un profundo azul amenazó las puntas de mis zapatos. Había tantas caracolas enterradas allí que morirías antes de terminar de contarlas y algunos anzuelos de pescadores que sus dueños terminaron perdiendo después de una pesca fallida, también encontré un par de latas abolladas, y unos cuantos cigarrillos acabados. Todo era como en aquel entonces, excepto que todas nuestras huellas se habían borrado.

Un espinoso aguijón atravesó mi corazón, fue tan doloroso que temí perder la fuerza de mis pies. No terminará bien.

-Jaemin- pronuncié, forzando mi voz a través de lo que fuese me estaba asfixiando- ¿Qué es lo que quieres?

Por un segundo hubo silencio, tenso y crudo silencio. Luego, se rió a mis espaldas.

-No es que quiera algo específico de ti, tampoco necesitas obtener algo de mí. -Sonaba mordaz, y cuando le miré encontré eso mismo en sus ojos-. No soy tú, no me gustan los acertijos o los rompecabezas.

Bien. Podía soportarlo, me lo merecía después de todo.

-Para qué hemos venido aquí.

El viento que trajo el aroma del mar silbó en mis oídos y provocó que a mis ojos les costase mantenerse sobre él. No parecía dolido, molesto o cualquier otra emoción que pudiese desvelar lo que estaba sintiendo. Jaemin simplemente dio un par de pasos hacia mí y habló.

-Necesitamos hablar.

-No creo que tengamos nada que decirn-

-Una tregua.

-Explícate.

-Estoy harto, es tan simple como eso. Y me gustaría ser del tipo de persona que puede huir o desaparecer dejándolo todos mis sentimientos a un lado, lastimosamente no lo soy, pero no creo que entiendas de eso.

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