Me molestaba que fingiese ser mejor que yo. Detestaba que en sus ojos hubiese recelo cuando mis labios tocaron sus nudillos y mis dientes mordieron el pulso que latía debajo de la piel en su muñeca.

Le odiaba. Lo hacía porque era mi único confesor.

Si yo me arriesgaba, si le decía lo mucho que me era desagradable querer que esta atrocidad sucediese entre nosotros, tocarle de la manera en que una pareja se roza, lo mucho que le había extrañado como solo un amante es capaz de hacerlo... él no podría negarme, no podría alejarme, no podría darse la vuelta y repudiarme. Porque, al final del día, estábamos hecho de los mismos retazos. Éramos las dos piezas rotas que habían sido excluidas del rompecabezas.

Y fue con odio y amor que reuní el valor para mirarle una vez más, moviendo su rostro en mi dirección, lo suficiente para que nuestros labios se tocasen, tentados y adoloridos por el aliento negado. Las náuseas me atravesaron al sentir como los bichos que creí muertos se retorcían para revivir. Había sido tocado por otras personas, había tocado a otros hombres y lo había disfrutado. Me gustaba la sensación de ser besado, el calor que subía por mi columna vertebral y fundía mi cerebro. Pero nunca duraba demasiado. Excepto que, con Jeno, todo ello era diferente. El calor estaba antes, durante y después.

¿Estaba mal querer recibir un poco de ello después de tanto tiempo?

Qué más podía hacer si le tenía aquí, conmigo, y su oscuridad me atraía de tal forma que el borde de mi azul se encendía de rojo.

–Deberías ser sincero con ella– susurré, acariciando su piel áspera contra la mía.

Se había afeitado. Era un hombre, ambos lo éramos. No existía piel suave, ni desconocimiento, mucho menos hubo inocencia en la manera en que llevé su mano al interior de mi muslo.

No se alejó, tampoco hizo un intento por alejarme.

–¿Qué mierda fue lo que tomaste esta vez?

Su voz me atravesó el oído, ronca y maldita como el siseo de una serpiente.

–Si tan solo estuvieses enamorado de ella podrías negarte con tanta facilidad– sonreí en las sombras por la forma en que su mandíbula se tensó y su frente cayó contra la mía–, pero aquí estás. ¿No es un poco triste?

Dedos largos y huesudos se deslizaron hasta mi rodilla, presionando uno, dos, tres segundos antes de retirase. Y ojos negros buscaron en los míos una verdad que ambos éramos capaces de descifrar.

–¿A qué estás jugando? – pidió saber. La voz quebrada y las cejas arqueadas. –No creo que estés haciendo esto solo para follar, podrías tener a cualquiera, así que dime la verdad.

Maldito bastardo.

La sangre hirvió en mis venas y los dientes se apretaron sin tener el control sobre la fuerza en ellos. Rompí la trampa que diseñé, regresando a la frialdad de mi asiento.

–¿Y qué si eso es lo único que quiero? – las líneas divisoras en la carretera llamaron mi atención, apoyé el codo en la ventanilla y presioné mi barbilla sobre el dorso de la mano, distorsionando el espejo con mi aliento. –No habrá un futuro para nosotros, seguirás huyendo de mí y seguiré guardándote rencor por ello.

Una mano presionó el borde del asiento, el cuero se resintió bajo sus dedos.

–Te dije que no te odiaba, yo nunca-

–No es como que importe, no ahora al menos.

–Jaemin.

Torcí el rostro hacia él.

Red - NominTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang